martes, 23 de abril de 2019

APUNTES ELECTORALES (2)

Por entre el ruido de la campaña electoral, llega una promesa de la derecha. Llámese PP, Ciudadanos o Vox, declara que, de formar gobierno, reformará el sistema tributario y bajará los impuestos. Habrá quien piense que se trata de una añagaza para engaño del contribuyente, una estratagema para la caza de su voto. Que, una vez en el poder, olvidarán ese propósito, por que no mengüen las cuentas del Estado.
  A mí me preocupa que, por el contrario, estén decididos a cumplir lo que proclaman.   Disfrutamos en España de una sanidad y una educación públicas, que, pese a haber sufrido los embates de los recortes, atienden al principio de universalidad en sus prestaciones. Son mejorables, como sucede con las ayudas a la dependencia –en un país que envejece a un ritmo acelerado-, a la vivienda social, al seguro de paro o a la investigación o el sistema de pensiones, por poner algunos ejemplos, entre otros muchos posibles.
   Superar el estándar actual, o evitar que se degrade, exige dinero, y de dónde sacarlo si no es de quien lo tiene. Ahí les duele a los partidos del arco liberal-conservador. Yo veo en su repulsa a engrosar las arcas del Estado una doble motivación. De un lado está la salvaguarda de la economía de las clases más pudientes, protección que se aviene mal con el principio de la progresividad fiscal (que pague más, y en mayor proporción, quien más tiene). De otra parte, cuanto más adelgacen los servicios públicos, mayor será el campo que se abra a la iniciativa empresarial. Beneficio en doble sentido, pues, para algunos; en detrimento, y ésa es la otra cara –la cruz- de la moneda, para muchos. Quien quiera, o necesite, una buena enseñanza, una medicina de calidad, una jubilación aceptable… que las pague, que se entregue en manos del negocio privado. Que no espere que el Estado redistribuya la riqueza, así sea sólo parcialmente, y palíe los efectos de la desigualdad social.
   Suena bonito reducir impuestos (de sucesiones, de patrimonio, de renta). También eran dulces los cantos de las sirenas. Pero los incautos navegantes a los que atraían, acababan, inexorablemente, devorados. 

jueves, 18 de abril de 2019

APUNTES ELECTORALES (1)

Se avecinan debates electorales, que probablemente no vea, o que sólo lo haga hasta oír el primer insulto. Y no es que sea yo, al predecir el improperio, un malpensado, de ésos que acostumbran a poner la venda antes de que se produzca la herida, no.  Ando muy escaldado con lo que nos han regalado algunos dirigentes de la derecha, como para no sospechar, con fundamento, que lloverá sobre mojado, pues si por separado han proferido dicterios mayúsculos, qué no harán cuando se encuentren frente a frente con sus adversarios.
   Ojalá no fuera a ser así, y se dejase de lado el trazo grueso de la carnaza, para centrarse en lo que verdaderamente debería interesarnos a los electores, es decir, los análisis de la realidad que hace cada partido en liza, la exposición de las líneas maestras de sus programas, la valoración crítica que le merecen los oponentes: todo aquello, en fin, que permitiría al oyente hacerse una idea de qué opción se acomoda mejor con su idiosincrasia y sus deseos para el país y sus habitantes. Ojala me equivoque, pero me temo que de eso habrá poco.
   Si nos basamos en sus antecedentes, es más que posible que algunos, supuestamente escudados en la libertad de expresión, que no en el derecho de la ciudadanía a conocer sus verdaderas intenciones, se lancen a degüello contra el contrario, convertido en enemigo, y compitan entre sí en el despropósito del pimpampum. Buscarán más aniquilar que confrontar ideas, se solazarán en el cuerpo a cuerpo, con argumentos ad hóminem. Enardecer a los electores en lugar de convencerlos con sus razones, que, para los suyos, alguna tendrán, será su propósito.
   A mí, ese espectáculo me parece tan lastimoso que casi prefiero no verlo. Aunque una virtud sí le reconozco, y ésta es que pondrá a cada uno en su sitio. Y desde ese punto de vista, tal vez convenga presenciarlo. Quizá contribuya, por el espanto que provoquen determinadas intervenciones, a orientar el voto, en el sentido de evitar que las papeletas favorezcan que quien incurra en tales desmesuras llegue a presidir el gobierno.