martes, 2 de junio de 2020

“LA SOMBRA DE LA RUTA DE LA SEDA”, de Colin Thubron

Yo pensaba que ya no existía gente así: alguien que a finales del siglo XX se pusiera a recorrer 11.000 km, Asia Central adelante, solo, sin contar con la seguridad de un medio de transporte contratado previamente para el sucederse de los días; sin saber en qué cama  dormiría cada noche o qué comería y dónde, con quién  conversaría. Pero me equivocaba, sí que hay personas de ese calibre. Quien quiera comprobarlo no tiene, por ejemplo, más que meterse en las páginas de este libro y encontrarse con Colin Thubron y su peripecia.
   Se dará cuenta, entonces, de que ser viajero implica, necesariamente, entregarse a la aventura, con un espíritu que oscila entre la temeridad y la confianza en uno mismo y en los demás. Cómo, sin partir de esa premisa, podría alguien emprender una ruta que discurre desde Xian hasta Anatolia, atravesando Kirziguistán, Uzbekistán, Afganistán, Irán. No hacer ascos a un autobús, por destartalado que esté, a la caja de un camión, a vehículos privados que piden a gritos el retiro, a trenes que conducen a lo que parece ser ninguna parte. Alojarse donde pinte, ya sea como único huésped de un hotel sin estrellas de un pueblo perdido, ya en casas particulares. Interesarse por cómo viven y obtener respuestas de quienes, a su vez, esperan las suyas. Desafiar una epidemia de neumonía atípica, que se hace viral durante su travesía y lo detiene más de lo que quisiera en las fronteras. El lector constata cómo se las arregla, no sólo para entenderse en idiomas dispares, también para salir adelante en las situaciones que se le plantean. Ello no sería posible sin contar con la hospitalidad, o al menos el respeto, de las gentes con quienes va entrando en contacto. El afán por saber del otro también lo tienen ellos.
   Transita, por carreteras que a menudo no son tales, paisajes de montañas enormes, inacabables planicies, desiertos y oasis, ciudades y aldeas. Desde el presente de sus encuentros, con las frustraciones y expectativas de los habitantes, hace incursiones a un pasado rico en historia y leyendas. Habla de los pueblos que allí habitaron, de quienes los acaudillaron, de las huellas que dejaron, Y no sólo lo cuenta, también lo ve. Se interna en monasterios budistas, habla con monjes; se desplaza hasta olvidados mausoleos o tumbas, fortalezas en ruinas.
   Con él, descubrimos un mundo ignoto,