LOS
MANTRAS DEL INDEPENDENTISMO CATALÁN (y 4)
Dar
la voz al pueblo, votar es lo democrático.
Me parece un
asunto peliagudo éste. Aunque válido como principio general, hay situaciones
que a mi entender exigen matizaciones. No pienso que siempre haya que acudir a
las urnas para obrar según opine la gente. Me opondría sin ambages, por ejemplo
a recurrir a un referéndum sobre la posibilidad de instaurar la pena de muerte
en el código penal. O a otro que buscase revertir la ley contra la violencia de
género o la de memoria histórica.
Además, en Cataluña ya se vota sobre la
independencia. Los partidos independentistas se presentan, y punto básico de
sus programas es justamente la secesión. Pero no alcanzan un número de sufragios
superior al de sus oponentes, que se consideran catalanes a la vez que
españoles. Y, claro, están lejos de obtener una mayoría cualificada, que debería ser
exigida para aspirar a un cambio como el que reivindican.
Con todo, supongamos que el plebiscito se
celebra. Pongámonos en el caso de que lo ganan los partidarios del statu quo actual (aunque fuese con
alguna modificación). ¿Renunciarían los separatistas a sus planteamientos? ¿Se
conformarían o empezarían a pensar ya en reclamar otro referéndum en un futuro
más o menos próximo?
Situémonos ahora en el caso contrario.
Imaginemos que vencen los soberanistas y se constituye el Estado catalán. Ese
nuevo escenario, ¿sería reversible en el futuro? ¿Le cabría a un sector de la
ciudadanía la opción de reclamar, pasado un tiempo, otra consulta para que
Cataluña volviera a ser parte de España? Los sueños, sueños son, que diría
Calderón… Y es que hay en esa exigencia del referéndum un desequilibrio, una
desigualdad que beneficiaría a unos en contra de los otros.
Luego está el resto de España. ¿Acaso no
tiene nada que decir? Si los dirigentes independentistas se encontrasen al
frente de un Estado catalán y una parte de los barceloneses, por ejemplo, quisiera
que Barcelona se fuera, ¿se les reconocería el derecho a decidir?
Las verdades más elementales no son a veces
tan verdaderas. Ni, sobre todo, tan elementales o faltas de complejidad…