ELECCIONES,
OTRA VEZ
El
10 de noviembre se nos convoca a acudir de nuevo a las urnas. Yo iré a votar,
sin que ello obvie mi disgusto por que no se haya conformado un Gobierno tras
los pasados comicios de abril. En ese sentido, creo que hay muchos motivos para
la decepción y que las responsabilidades del fiasco están muy repartidas. Nadie
se halla aquí libre de polvo y paja, por más que unos y otros se dediquen a
lanzar la primera piedra no sólo al contrario, sino al presunto aliado. Aunque
lo más preocupante tal vez esté, todavía, por venir.
Los indicios apuntan a que los resultados de
otoño no diferirán mucho de los ya habidos en primavera. Para salir del
atolladero, el quid residirá, en tal
caso, ya que no en una variación numérica sustantiva, sí en un cambio de
actitud de los partidos con mando en
plaza, para que sean capaces de llegar a donde ahora no lo han sido.
La campaña electoral podría proporcionar una
excelente oportunidad para iniciar una mudanza en las conductas. Sería buena
ocasión para salir del lodazal en que los líderes se han metido y liberarnos a
los ciudadanos de vergüenzas que nos son ajenas. Pero, sobre todo, para no ir,
tacita a tacita, conduciéndonos de nuevo a un callejón sin salida, y peor que
el anterior, aunque sólo sea por el efecto negativo que traería consigo una
acumulación de fracasos. Obsérvese que hablo en condicional. Y es que razones
para la desconfianza no faltan.
Ya sea para sacudirse las culpas de encima
por no haber llegado al buen puerto de los acuerdos, ya por alimentar la
motivación pasional de los suyos, arguyen los dirigentes con la descalificación
del contrincante y usan de palabras gruesas para denigrarlo. La otra cara de la
moneda consiste en escapar de la autocrítica como lo harían de un toro de lidia
en campo abierto.
El estruendo de los improperios nos
impediría escuchar, si los hubiera, análisis razonados de la situación pasada o
propuestas de futuro, tal es su desmadre. Se comportan, además, como si después
de este hoy no fuera a venir un mañana. ¿Cómo negociar, cuando llegue la hora,
con quien has agraviado sustituyendo el argumento por el insulto?
Flota en el aire la pregunta de si dejarán
los manzanos de proveernos de peras este otoño.