martes, 10 de marzo de 2020


UN ESCUDO CONTRA NOSOTROS MISMOS

Lo ha dicho la señora Úrsula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, que Grecia es nuestro escudo en estos tiempos, y yo estoy mascando ortigas, como Max Estrella, el personaje valleinclanesco, cuando se entera de que las fuerzas del orden se excusan en la ley de fugas para asesinar a un preso anarquista. Un escudo es un arma, que se utilizaba en situaciones bélicas para protegerse de agresiones de enemigos. Hay, por tanto, un mensaje que subyace en las palabras de la mandataria, que habla en nombre, no lo olvidemos, de los ciudadanos de la Unión Europea. Vivimos en peligro y los helenos nos defienden.
   ¿Y quiénes son esos sujetos que nos asaltan? Los hemos visto en fotografías de los periódicos, en los telediarios, en los escasos huecos que les quedan libres a los medios de prensa después de llenar páginas con el coronavirus. Y se me ocurren mil palabras para definirlos, y ninguna tiene que ver con hostilidad o amenaza. A veces los entrevemos tras plásticos transparentes que han tendido a modo de precarias tiendas de campaña, o tratando de espantar el frío con pequeñas fogatas. También escapando de los gases que les lanza la policía (ésa que, según la presidenta, nos defiende), o quejándose de que los golpean y les roban, si consiguen pasar a Grecia, los móviles, el dinero, incluso la ropa, antes de devolverlos de inmediato a Turquía. Alguno ha perecido, víctima de la represión. Entre esos desasistidos hay numerosos niños, bebés que lloran o tosen casi asfixiados por el humo tóxico en brazos de los adultos. No faltará quien responsabilice a esos padres por haber puesto en riesgo a sus criaturas, que miran con caritas de frío o de susto y a menudo lloran. Nada tranquiliza tanto la  conciencia como disponer de alguien a quien echar la culpa. Pero qué otra cosa podían hacer sino tratar de poner en salvo a los suyos. Muchos son sirios, afganos, eritreos, iraquíes, somalíes... Huyen de la guerra, del hambre… ¿Actuaríamos de distinta forma los europeos, si estuviésemos en su lugar? Llegan a nuestras fronteras sin ánimo alguno de hacernos daño, ni de quitarnos nada. Son ellos quienes necesitan amparo, no nosotros, señora von der Leye, señores dirigentes de una Europa que cada día hacen ustedes menos nuestra con su insolidaridad.