MAMÁ
ÁFRICA (19): FELINA GALBANA
Eso
de encontrarte cuando menos te lo esperas con un par de leones, se las trae.
Están a dos o tres metros de nosotros, bajo un mopane, en la reserva natural de
Moremi. Los mopanes son árboles que semejan posaderos de mariposas verdes, que
no otra cosa parecen sus hojas.
Son dos machos adultos, y duermen, el uno
tirado sobre un costado, paras arriba su compañero. No los saca de su sopor el
ruido de nuestro jeep, que quisiéramos callado. A lo más que llegan es a emitir
un suave ronroneo, a entreabrir un ojo que enseguida se cierra, a un cambio de
postura que busca un acomodo mejor. Durante la media hora larga que permanecemos
a su vera, no harán más.
Su imagen resulta tan plácida que, de no ser
por el pálpito de la respiración, pensaríamos que son tiernos peluches grandes. Otra
cosa será si se despiertan, que es lo que aguardamos en nuestro todoterreno,
abierto en sus costados. Dicen que nada temamos: salvo que nos movamos
bruscamente, lo que nos delataría como individuos, percibirán vehículo y
pasajeros como totalidad y no se vendrán a por uno cualquiera de nosotros. Yo
miro en derredor, por si hubiera leonas, que son las que mayormente cazan. Pero
puede que sean una pareja de solteros, o que se hayan quedado sin su harén y se
busquen la vida por su cuenta. Y no debe de irles mal con su asociación, si las
apariencias no engañan. No tienen, desde luego, el aspecto esperable en dos devotos practicantes del ayuno.
En el entorno, la vida juega a la ruleta
rusa. Aunque no lo sepa, seguramente un herbívoro morirá esta noche, cuando
estos felinos abandonen su galbana y se pongan en movimiento. Acaso quienquiera
que sea el elegido por el destino se haya llevado hoy consigo nuestra mirada.
Podría ser un cobo lichi, de cuernos
estriados en forma de lira; o un antílope de agua, con 200 kilos de carne; tal
vez uno de esos sasabi cuya grupa es más elevada que su cruz, o un cudú, o una
cebra... ¡Nos hemos cruzado con tantos ejemplares de una u otra especie que
nuestros ojos no daban abasto en su seguimiento! Pastaban en praderas altas o en hierbas acuáticas, bebían del río o de pozas bien surtidas, se quedaban
expectantes ante nuestra presencia o, recatados, corrían a ocultarse entre la
espesura protectora de las acacias... Hasta ahora, escaparon de la dentellada
fatal de los cocodrilos que quizás fingían sestear en las orillas de las aguas,
evitaron la bocaza del hipopótamo que se ha abierto a nuestro paso, dejaron vía
libre al elefante que encontramos horas antes, no fueran a incurrir en su
ira...
De cuántos albures puede depender la vida.
Por ejemplo, de no toparse con uno de estos leones que ahora duermen con tan
inofensiva apariencia que casi apetecería bajar del jeep y acariciarlos. Es tentación
a la que nadie cede, sin embargo. Todos preferimos, aun sin decirlo, que quien mañana
no vea amanecer sea un animal cuadrúpedo.
Sigo poniéndole imagen a tus descripciones y no dejo de sobrecogerme ante la sensación de verme al lado de esos felinos, aunque estén relajados.
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