sábado, 1 de diciembre de 2018

MICRORRELATOS (IX)


Con pocas palabras, un microrrelato puede decir mucho. Y también poco. Nada, no sé. Seguramente, también.




Se hizo el loco. Nadie lo sabía, poco antes había llegado a la conclusión de que en una jaula de grillos lo mejor era ser grillo.

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El autor tuvo que dejar el género negro, por prescripción facultativa. A medida que iba pergeñando la trama de una novela policíaca, crecía su ansiedad por llegar al desenlace. La curiosidad por conocer quién sería el asesino lo estaba matando.


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No se trataba de un poeta de fama, pero todos reconocían su devoción literaria, así que no extrañó que un atardecer teclease en su ordenador: “Cuando deje la escritura, habré empezado a morir”. Sorprendió, eso sí, que su inmediato fallecimiento no diese veracidad a ese verso. Nadie supo entender que había hecho arte de su propia muerte.

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Que no cunda el pánico, decía cada vez que se presentaba una situación de peligro. Y luego se asustaba todo. Lo que nadie podría quitarle era la buena intención.

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Tuvo una pesadilla atroz. Soñó que su nombre era Genoveva. El alivio que experimentó al despertar le duró poco. Sólo hasta que se oyó llamar.

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Al juez lo estremeció la confesión de aquel tipo. “A mí ya no me merece la pena ser buena gente -declaró- Siempre estaría gravitando sobre mí mi pasado de malo y me asaltarían los remordimientos. En cambio, si sigo siendo un malvado, eso no sucederá. Todavía –concluyó- si pudiese volver a empezar a vivir y reescribir mi propia historia...”

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2 comentarios:

  1. Siempre me sorprende lo mucho que se puede contar con unas pocas palabras bien hiladas. Tú has sabido demostrarlo de maravilla. Preciosos trocitos de literatura.
    Un beso.

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  2. La literatura es muy curiosa. A veces cabe en un verso; en otros casos, no hay página que llegue. Y siempre es tan difícil como satisfactoria. Esto último cuando sale, claro.
    Un abrazo fuerte y agradecido, Rosa.

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