MICRORRELATOS (IX)
Con pocas palabras, un microrrelato
puede decir mucho. Y también poco. Nada, no sé. Seguramente, también.
Se hizo el loco. Nadie lo sabía, poco antes había llegado a la
conclusión de que en una jaula de grillos lo mejor era ser grillo.
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El autor tuvo que dejar el género negro, por prescripción facultativa.
A medida que iba pergeñando la trama de una novela policíaca, crecía su
ansiedad por llegar al desenlace. La curiosidad por conocer quién sería el
asesino lo estaba matando.
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No se trataba de un poeta de fama, pero todos reconocían su devoción
literaria, así que no extrañó que un atardecer teclease en su ordenador:
“Cuando deje la escritura, habré empezado a morir”. Sorprendió, eso sí, que su
inmediato fallecimiento no diese veracidad a ese verso. Nadie supo entender que
había hecho arte de su propia muerte.
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Que no cunda el pánico, decía cada vez que se presentaba una situación
de peligro. Y luego se asustaba todo. Lo que nadie podría quitarle era la buena
intención.
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Tuvo una pesadilla atroz. Soñó que su nombre era Genoveva. El alivio
que experimentó al despertar le duró poco. Sólo hasta que se oyó llamar.
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Al juez lo estremeció la confesión de aquel tipo. “A mí ya no me merece la pena
ser buena gente -declaró- Siempre estaría gravitando sobre mí mi pasado de
malo y me asaltarían los remordimientos. En cambio, si sigo siendo un
malvado, eso no sucederá. Todavía –concluyó- si pudiese volver a empezar a vivir y reescribir mi propia historia...”
Siempre me sorprende lo mucho que se puede contar con unas pocas palabras bien hiladas. Tú has sabido demostrarlo de maravilla. Preciosos trocitos de literatura.
ResponderEliminarUn beso.
La literatura es muy curiosa. A veces cabe en un verso; en otros casos, no hay página que llegue. Y siempre es tan difícil como satisfactoria. Esto último cuando sale, claro.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte y agradecido, Rosa.