lunes, 11 de marzo de 2019

LA SABIDURÍA DE LOS LOBOS, de Elli H. Radinger

Ya de entrada, este libro me resultaba atrayente. La Naturaleza es para mí algo más que una afición. Me relaja y me expande recorrer sus caminos, saber de sus criaturas, sorprenderme con encuentros inesperados que me depara. Cuanto más conozco, más quiero averiguar. En mis salidas campestres, lobos en estado salvaje no he visto todavía ninguno. Así que me interesan sobremanera estudios que traten de ellos. Y este ensayo prometía.
   ¿Cumplieron sus cerca de trescientas páginas mis expectativas?
   Se lee bien. El estilo es ágil y carente de alardes literarios. Con todo, eso no significa que la autora vaya siempre al grano, que se quede en la frialdad de los testimonios que aporta No habla del cánido con neutralidad, y entre observación y observación se extiende en digresiones cordiales hacia el animal y su comportamiento. La suya es una mirada afectiva, más que científica o meramente empírica. Cierto que desvela datos, que da cuenta de numerosas experiencias sobrevenidas durante su trabajo de campo en el parque nacional de Yellowstone (EE.UU.), que relata muchas anécdotas, o se extiende en el análisis de facetas de la vida de este predador, del que muestra ser excelente conocedora, y entonces es cuando más me gusta. Pero se diría que la domina la admiración, que está entregada. La objetividad cede ante el mundo de las emociones, y el resultado no puede ser otro que una visión humanizada.
   Llega a decir:
“Todos los que observamos animales salvajes durante un período prolongado de tiempo establecemos una conexión con ellos. Tenemos una visión íntima de sus vidas y los conocemos. Es como una relación amorosa”.
   Incluso extrae de su conducta enseñanzas modélicas para sí misma y para los otros:
“Los lobos me han enseñado a respetar profundamente mis raíces y mis orígenes y me han aportado la conciencia de saber a qué lugar pertenezco”.
“Sobre todo, he aprendido (de los lobos de Yellowstone) a aceptar lo que no puedo cambiar, a adaptarme y disfrutar de la vida al máximo, y a hacerlo todos los días”.
   Más allá –o más acá- de disquisiciones filosóficas, o en algún caso cuasi místicas, yo me quedo con lo mucho que he aprendido de cómo es la realidad del lobo. No sólo a través de las palabras de la autora, también del discurso de imágenes, de fotografías de extraordinaria calidad que acompañan al texto. Y una cosa lleva a la otra y como suele ocurrir en este tipo de libros se dedica atención al paisaje y surgen hermosas descripciones, o se nos presentan otros seres, presas (ciervos, bisontes…) o competidores (coyotes, osos, águilas…), que comparten el ciclo vital de los protagonistas de este libro. Por no hablar de la a menudo conflictiva interrelación con nuestra especie, que no se obvia. Y, además, está esta cita de un proverbio ruso:
“Tu hogar no es el lugar donde conoces todos los árboles, sino el lugar en que todos los árboles te conocen a ti”.

4 comentarios:

  1. Pues fíjate que lo que más puede llegar a interesarme del libro es esa falta de objetividad y humanización del lobo. De ser objetiva parecería un manual de biología y de eso ya he tenido mucho en mi vida.
    Me quiere recordar a los estudios sobre primates que hicieron las tres estudiosas de gorilas, chimpancés y orangutanes en África.
    Un beso.

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    1. A mí la vida salvaje me suscita una inmensa curiosidad. En la biblioteca y en el recuero, almaceno el preciado tesoro de tantas vivencias... Incluso he escrito un libro -"En el morral de la memoria"- , siempre inconcluso, que no sé si algún día verá la luz...
      Un abrazo fuerte

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    2. Estaría muy bien leer ese libro. Sugiere alguno de los de Delibes sobre los campos y la caza.

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