domingo, 30 de septiembre de 2012


“LE HAVRE”

Es una película del director finés Aki Kaurimäki que he visto en la filmoteca y que me ha gustado mucho. El  ritmo narrativo, lento, muy francés, subraya cada momento, cada gesto o cada palabra y los dota de trascendencia, más allá de la cotidianidad de lo descrito. Durante hora y media, va contándonos una historia que son en realidad dos, una de carácter social –ligada a la inmigración ilegal-, la otra más personal, centrada en la enfermedad, mortal de necesidad, ambas con una ligazón en apariencia débil, traída de la mano del personaje central, que las engarza.
   La crudeza de esos motivos podría inducir a un tratamiento efectista y melodramático, y, sin embargo, no es así. No hay aquí sensibilería, sino sensibilidad. .Sin más sobresaltos que los necesarios, y aun estos presentados con suavidad, el espectador se hace con situaciones de extrema dureza, que no excluyen momentos de distensión, a menudo tiernos, incluso de humor, y las repudia o simpatiza con ellas, según sea el caso.
   Quizás haya quien juzgue que existe en la película una excesiva idealización, un buenismo en las actitudes de determinados personajes, o de un barrio casi al completo, que los vuelve difícilmente creíbles. Ya de entrada, el cine es fabulación, como la literatura, y no puede pedírsele que se limite a constituirse en mero retrato de la realidad, tarea imposible, por otra parte, si se considera que siempre hace falta un punto de vista, un encuadre que la transforma. Y ese enfoque es para mí, en este caso, el que destaca el mejor lado del ser humano, su solidaridad, la capacidad de ponerse en lugar del otro y actuar en consecuencia...
    No encuentro, en fin, otro modo para definir “Le Havre” que, con permiso de Rubén Darío, calificarla de canto de vida y esperanza.

miércoles, 26 de septiembre de 2012


“Y DON QUIJOTE SE HACE ACTOR”, DE JUAN MANUEL FREIRE

No voy a valorar un libro escrito por mí, claro. Pero es que hace algún tiempo la editorial me comunicó que iniciaba la impresión de la 2ª edición, casi agotada ya la 1ª. Y quiero que se sepa que sigue, por tanto, en las librerías, o que puede encargarse  si no lo tienen. Y, ya puestos, informaré, a quienes no dispongan de un ejemplar, de su contenido, con la intención, que no oculto, de animar a su lectura.
   Escribí esta obra en forma definitiva después de llevarla al escenario en más de 30 ocasiones con el Colectivo de Dramatización del I.E.S. “Ría del Carmen”, y ha sido publicada por la editorial CCS en su colección “Galería del Unicornio”.
   Se trata de una escenificación del clásico cervantino. Como se dice en la contraportada del libro, a su través descubrimos cómo se puede jugar con la literatura, experimentando con la obra de más renombre en castellano, cambiándola de género, volviendo teatro lo que es novela. Se respeta la palabra del original y se reserva la imaginación para la puesta en escena, con técnicas del teatro de sombras, del mimo, de la danza clásica y la oriental, de la interpretación basada en la voz y el movimiento, en fin.
   Por lo demás, la idea que me ha guiado en la composición del texto es, aparte de ofrecer la adaptación,  recrear la representación, de tal modo que permita a quien no asistió al espectáculo hacerse con él. De ahí que, a lo largo de sus páginas, el género dramático se hibride con el narrativo.
   Al escribir esta obra aprendí a acercarme de una manera diferente a El Quijote y al teatro. Ahora aspiro a que también a vosotros su lectura os sirva para alcanzar esos mismos fines…

sábado, 22 de septiembre de 2012


Lo importante es trabajar para resolver la crisis, sobran las algaradas. Con esas o parecidas palabras se argumenta en los aledaños del Gobierno, si no es el Gobierno mismo quien así arguye. Y uno se queda estupefacto cuando lee tales cosas. Porque quienes las dicen son precisamente los que han de buscar soluciones, y si la gente se lanza a la calle es justamente porque no lo están haciendo como deberían.
   Y hay más. La democracia no consiste en prescindir de la gente y de sus opiniones salvo en períodos electorales. Por el contrario, el ciudadano tiene el derecho de orientar en todo momento la acción política, o de pedir que cambie, si no le satisface, sobre todo cuando el Gobierno hace justo lo contrario de lo que prometió en la llamada a las urnas, como es el caso, pero también ante situaciones que demanden nuevos planteamientos que no se llevan a cabo. Manifestaciones, encierros, huelgas, concentraciones, referendos... constituyen formas de expresión de la voluntad popular que exige ser escuchada, ser tomada en consideración. Tratar de descalificarlas o de ningunearlas no deja de ser una maniobra muy burda, que tarde o temprano pasará factura a sus promotores.

lunes, 17 de septiembre de 2012


Recuerdo nítidamente a un tío mío, médico, caballero sobre una guzzi por carreteras desiertas y caminos impracticables, al encuentro de algún enfermo al que curar. Mis ojos de niño se iban siempre tras el brillo rojo de aquella moto, pero lo que me admiraba sobremanera era que sanara a quien estuviera malo, cómo devolvía a la vida diaria al postrado en el lecho.
   Naturalmente, que lo admirase no quería decir que fuera a seguir sus pasos. No me veía yo cosiendo una herida, o enfrentado al sufrimiento o en el trance de acertar con un diagnóstico que salvara al doliente.
   Solo que estos días,  cincuenta años después, he leído que unos 2.000 médicos se han declarado objetores a la ley que les prohíbe atender a inmigrantes sin papeles en centros de salud y hospitales públicos españoles. Y ahora sí que lamento no haber estudiado Medicina. Es que siento no poder estar en esa lista.

jueves, 13 de septiembre de 2012


ADIÓS

   Todo comenzó cuando mi padre, maestro como mi madre y como su propio padre, me preguntó qué quería estudiar. Yo, aunque por aquel entonces distaba de saberlo, estaba ya cautivado por la magia de las palabras y le contesté que ingeniero de caminos. Él me habló de lo que me gustaba la lectura, de mi afición por escribir y actuar. Parecía un diálogo extraño en el que los dos no habláramos de lo mismo, pero yo entendí muy bien lo que quería decirme y además seguí su consejo y fui profesor de lengua y literatura. Y hoy, más de cuarenta años después, volvería a hacerlo.
   Pero me toca, nos toca hoy, decir adiós.
   Viene uno, a la compañera y amiga Gloria también le pasa, ya muy despedido. Primero fueron los alumnos de primero de bachillerato. Uno me dejó escrito: “Gracias por enseñarnos a disfrutar de la literatura”; y otra, más farandulera, me recomendaba que aplicase en el día a día de la jubilación “la frase que tú (o sea, yo) nos enseñaste, Carpe diem”.
   Los de segundo me pidieron que, en su ceremonia de graduación, les dijese unas palabras, y al final del acto salí  con la sensación de que habían sido ellos quienes me habían homenajeado a mí.
   Y estuvieron, en fin, los de teatro, los de nuestro colectivo de dramatización. Ya sin clases ni exámenes, se concertaron, luego lo supe, a través de sus redes sociales, y, por medio de esa megafonía que en tantas ocasiones los había convocado a ellos, me llamaron a que acudiera al aula de ensayos. Mis “calamidades”, como ellos mismos se autodenominaban adjudicándose el calificativo que a veces cariñosamente les había dirigido, no querían dejar que me fuera sin su recuerdo. Incluso se permitieron enriquecer mi fondo de armario con este jersey rojo que ahora luzco.
   Me han devuelto el afecto que les entregué. Nunca he pensado en la enseñanza como la mera ocupación de un espacio desde el que impartir conocimientos y disciplina. Cierto que les he exigido esfuerzo y dedicación y que he intentado que aprendieran y fueran siempre a más. Pero también he querido ver en ellos las personas que son y hasta he disfrutado de su espontaneidad y su sinceridad, de sus ganas, de ese ser siempre joven que me devolvía mi propia juventud.
   ¿Qué deciros, en fin, a vosotros, conserjes, profesores, limpiadoras, secretarias? He hecho grandes amistades en el instituto en estos años  cántabros,   me he sentido muy bien acompañado en el último tramo  de mi quehacer profesional. Gracias por haber aguantado una actividad incesante, incluso a menudo participado de ella: ¡Si hasta llegasteis a actuar, en número de veinte, como fondo humano de La pequeña cerillera, y vestidos de época! Al lado de preocupaciones compartidas por el trabajo, ¡qué buenos ratos hemos pasado juntos! Hablo, claro, de quienes llevan (o llevaban) tiempo en el centro, pero también la cordialidad de los más jóvenes me ha alcanzado. A todos os llevo en la memoria, ahora que mi vida laboral concluye.
   Me voy como llegué, peleando, si entonces era porque estaba todo por hacer, ahora para que no se destruya lo conseguido con tanto esfuerzo. En ese camino, seguiremos encontrándonos.
            (Palabras que no leí, y sin embargo llevaba escritas, en la comida de despedida  del instituto el 27 de junio de 2012).
                         

lunes, 10 de septiembre de 2012


VALORACIÓN DE LECTURAS: LA TRILOGÍA DE NUEVA YORK, DE PAUL AUSTER.

Se trata de tres novelas cortas que siguen, aunque de forma un tanto peculiar, las pautas del género policíaco.
    Son historias perturbadoras, que transcurren en una realidad nada corriente, sombría y desconcertante.  Un mundo inquietante abduce a los personajes –por lo demás, solo uno detective profesional- y acaba con ellos. La destrucción, o la autodestrucción, asoma en los dos primeros casos y casi (parcial o no tan parcialmente) en el tercero. Y los desencadenantes son investigaciones a que se ven llamados los protagonistas, que se cruzan extrañamente en sus vidas, y a las que se entregan  totalmente. Los porqués de ese comportamiento se me escapan, y los caminos que conducen a desenlaces desusados resultan sumamente tortuosos.
   Escribe bien Paul Auster. Pese a que dedique páginas y páginas a describir estados anímicos y procesos deductivos o a que se detenga en la recreación de anécdotas, sin que, en tales casos, el argumento apenas avance, las tramas intrigan. Eso, y que su estilo sea limpio y claro, sería, de por sí, suficiente para constatar su maestría, si no fuera porque hay más...

miércoles, 5 de septiembre de 2012


DESPEDIDA A LOS ESTUDIANTES DE 2º DE BACHILLERATO EN SU FIESTA DE GRADUACIÓN

Me habéis encargado despediros, a mí, que también digo adiós al instituto. No es tarea fácil. Nunca lo es. Nos hemos visto las caras demasiadas mañanas, y todo un mundo de afectos ha ido colándose entre las tareas académicas. Os hemos enseñado lo que nos habéis dejado, pero también hemos aprendido a quereros, y os vamos a echar de menos, lo sabéis. Yo, con mayor motivo, porque sois, habéis sido, mis últimos alumnos.
   Pero hablemos de vosotros, de vosotras. Aun sin activar la memoria, todavía podéis veros cuando llegasteis al instituto. No hay más que echar una mirada al patio en los recreos para asistir a lo que erais y lo que sois. Los niños que fuisteis, corriendo descontrolados, sin darse un tiempo para el reposo, en confusa gritería. Vosotros, sentados en el suelo o en las aceras, templados, más contenidos, conversando de vuestras cosas u observándolos, sin aprobar su proceder corretón y deslenguado.
    Y es que os habéis hecho mayores, y no solo en envergadura. Algo habéis aprendido, algo más sabios seréis que cuando llegasteis, quizás incluso alguno escriba sin faltas de ortografía. Habéis conocido durante estos años experiencias nuevas, entablasteis amistades entrañables, disfrutasteis tal vez del primer amor… El instituto nunca se olvida, ya veréis.
   Claro que vosotros no pensáis en este momento en lo que fue, sino en lo que está por venir.
  ¿Sabéis a qué me recordáis ahora? Pues a las cigüeñas. No lo digo porque hayáis crecido demasiado deprisa y ofrezcáis una apariencia desgalichada, ni tampoco porque casi nunca cerréis el pico. Cuando yo vivía en Plasencia, a menudo levantaba los ojos cansados de los exámenes y se me iba la mirada a las torres de un palacio que había frente a mi balcón. Allí habían dispuesto sus nidos las cigüeñas. Cuando los pollos se volvían volanderos, hacían ejercicios, preparando sus alas. Y un buen día, se lanzaban al vacío, dispuestos a anchear su universo.
   Como a ellas, también a vosotros os aguarda el mundo ahí fuera. Como ellas, vais a sentir el vértigo del vuelo, esa sensación que trae consigo la libertad. Como os diría María José, vuestra profesora de Filosofía, no olvidéis en ese futuro que os aguarda a vuestra amiga Hanna Arend y su invitación a que penséis y actuéis por vosotros mismos, para poder ser libres.
   Volad, pues que os han dado alas, pero no perdáis de vista el posadero, no nos perdáis de vista.
           Juan Manuel Freire,  I.E.S. “RÍA DEL CARMEN”, 20-VI-2012

domingo, 2 de septiembre de 2012


CROACIA, DE VUELTA (y 7). No quisiera poner punto final a esta serie sin anunciar que existe la ciudad de Trogir. Está ahí, en la costa adriática, en el solar de una isla diminuta, entre la tierra continental y otra isla, con las que mantiene como único asidero sendos puentes, que vuelan sobre estrechos canales.
   En el escaso kilómetro cuadrado que ocupa, despliega su encanto y nos emboba los sentidos. Resulta difícil cerrar la boca en su interior, porque a un pasmo sucede otro. Es toda ella casco antiguo que hace de la piedra  arte y habla de historia. Si no hay un palacio, hay una iglesia; donde no se ve una fortaleza o un lienzo de muralla, se levanta una catedral o el edificio de una logia, y  todo ello componiendo una auténtica sinfonía de estilos.
   Mientras nos sumamos a la muchedumbre que colma sus callecitas y sus pasadizos  o se expande por sus plazas, sale del recinto amurallado y da, más allá de un paseo de palmeras, en el puerto, me pregunto si no habrá en Croacia una villa normal, de las corrientes, que no destaque por nada. Si la hay, desde luego esta no es.