DESPEDIDA A LOS ESTUDIANTES DE 2º DE BACHILLERATO EN SU FIESTA DE
GRADUACIÓN
Me habéis encargado despediros, a mí,
que también digo adiós al instituto. No es tarea fácil. Nunca lo es. Nos hemos
visto las caras demasiadas mañanas, y todo un mundo de afectos ha ido colándose
entre las tareas académicas. Os hemos enseñado lo que nos habéis dejado, pero
también hemos aprendido a quereros, y os vamos a echar de menos, lo sabéis. Yo,
con mayor motivo, porque sois, habéis sido, mis últimos alumnos.
Pero hablemos de vosotros, de vosotras. Aun sin activar la memoria,
todavía podéis veros cuando llegasteis al instituto. No hay más que echar una
mirada al patio en los recreos para asistir a lo que erais y lo que sois. Los
niños que fuisteis, corriendo descontrolados, sin darse un tiempo para el
reposo, en confusa gritería. Vosotros, sentados en el suelo o en las aceras,
templados, más contenidos, conversando de vuestras cosas u observándolos, sin
aprobar su proceder corretón y deslenguado.
Y es que os habéis hecho mayores, y no solo en envergadura. Algo habéis
aprendido, algo más sabios seréis que cuando llegasteis, quizás incluso alguno
escriba sin faltas de ortografía. Habéis conocido durante estos años
experiencias nuevas, entablasteis amistades entrañables, disfrutasteis tal vez
del primer amor… El instituto nunca se olvida, ya veréis.
Claro que vosotros no pensáis en este momento en lo que fue, sino en lo
que está por venir.
¿Sabéis a qué me recordáis ahora? Pues a las cigüeñas. No lo digo porque
hayáis crecido demasiado deprisa y ofrezcáis una apariencia desgalichada, ni
tampoco porque casi nunca cerréis el pico. Cuando yo vivía en Plasencia, a
menudo levantaba los ojos cansados de los exámenes y se me iba la mirada a las
torres de un palacio que había frente a mi balcón. Allí habían dispuesto sus
nidos las cigüeñas. Cuando los pollos se volvían volanderos, hacían ejercicios,
preparando sus alas. Y un buen día, se lanzaban al vacío, dispuestos a anchear
su universo.
Como a ellas, también a vosotros os aguarda el mundo ahí fuera. Como
ellas, vais a sentir el vértigo del vuelo, esa sensación que trae consigo la
libertad. Como os diría María José, vuestra profesora de Filosofía, no olvidéis
en ese futuro que os aguarda a vuestra amiga Hanna Arend y su invitación a que
penséis y actuéis por vosotros mismos, para poder ser libres.
Volad, pues que os han dado alas, pero no perdáis de vista el posadero,
no nos perdáis de vista.
Juan Manuel Freire, I.E.S.
“RÍA DEL CARMEN”, 20-VI-2012
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