sábado, 26 de julio de 2014

CON LOS OTROS ISRAELÍES

Dafna Rothstein tiene 17 años y es estudiante de Secundaria en Israel. “Yo no podría mirarme a mí misma si estuviera de acuerdo con servir al ejército”, ha declarado recientemente. Rechaza cumplir el servicio militar por estar en contra de la ocupación del territorio palestino, pero también “porque creemos que el ejército agrava el militarismo, el chovinismo y la violencia entre la propia sociedad israelí”. Habla en plural porque es una entre los 60 jóvenes que han dirigido una carta al primer ministro, B. Netanyahu negándose a incorporarse a filas.
   Udi Segal es otro de los llamados a alistarse ya. Sabe que hay quienes, para evitar cumplir con esa exigencia, alegan problemas mentales. Él prefiere su verdad, el desacuerdo con la ocupación. “Mejor ir a prisión”, ha proclamado.
   Itai Aknin, 19 años, portavoz del grupo, es blanco de invectivas y amenazas sin cuento, pero también espera que, al conocerla, se sumen a la iniciativa otros muchachos y muchachas.
   Aunque no logren reunir más que a unos pocos miles de personas, también se convocan concentraciones en Israel contra la guerra.
   Insumisos y manifestantes ponen en solfa con su actitud otro argumento que su Gobierno utiliza contra quienes en el mundo entero lo acusan de crímenes de lesa humanidad: ese que los califica de antisemitas. Quisieran adoptar esos mandatarios el papel de víctimas (!!). Y presentan como un todo monolítico, sin fisuras, a los hebreos. Falsean una vez más la realidad. Porque la divergencia nace del seno de ese pueblo, por más minoritaria que sea. No hay unanimidad en sus filas, y cuán horrible sería que la hubiera.
   Afortunadamente, ni todos los alemanes fueron nazis ni todos los israelíes aplauden la ocupación y la masacre de Gaza. Bien está que se recuerde y que se sepa. Ni esos jóvenes están solos en su valiente testimonio ni, gracias a su ejemplo, lo estamos, incluso dentro de Israel, los que, fuera, exigimos que se dé término a la matanza y se acabe con esta injusticia histórica.

NOTA- La fuente de datos referidos a estos jóvenes israelíes es: MamaPress

martes, 22 de julio de 2014

ISRAEL (2)

No es que se queden cortas las palabras. Es que lo de Israel no tiene nombre. Acaban con niños que juegan en sus habitaciones, o que son enviados a la casa de sus abuelos como precaución inútil, o que huyen en una playa de un primer proyectil que no les había alcanzado… Y tampoco se libran mujeres, y ancianos, y hombres… Y bombardean hospitales atestados de heridos, y residencias de incapacitados que no pueden moverse, y chiringuitos donde se ve fútbol y hasta cementerios y mezquitas…
   La contabilidad del ejército de Israel se nutre de civiles muertos. Casi 500 iban ya esta mañana, más de 100 de ellos menores.  Y 28 miembros de una misma familia…
   Horroriza la sola mención de tal espanto, de estos crímenes de lesa humanidad. Y no únicamente por las víctimas. También espeluzna por los verdugos, no solo porque sean capaces de actuar de ese modo, sino porque ellos mismos, como pueblo, sufrieron en sus carnes el drama terrible del Holocausto.
   Culpabilizan a los palestinos. Dicen que quienes lanzan cohetes desde Gaza utilizan a la población como escudo, como si eso, aun en el caso de que fuera cierto, justificase la masacre, exonerase de responsabilidad al ejecutor. ¿Os imagináis a un tribunal, que el gobierno israelí encima no lo es, condenando a muerte, y sin juicio alguno, no solo al supuesto reo, sino también a su familia y convecinos? Pues multiplicad esa barbarie y sus efectos y entenderéis adónde conduce un argumento que añade perversidad al daño insufrible que causa una formidable maquinaria de guerra a civiles indefensos.
   Aducen asimismo que Israel tiene derecho a defenderse. Pensarán que los padres gazatíes asistirán impávidos a la muerte de sus hijos, o que estos no sentirán nada hacia aquellos que les han privado de sus progenitores, o de sus hermanos o amigos. Olvidan que, a la postre, recoge tempestades quien siembra vientos.
   La seguridad de Israel no vendrá de la mano de matanzas reiteradas de palestinos, de asentamientos y ocupación de su territorio, de cerrar sus fronteras e impedirles salir del reducido espacio que habitan, de no reconocerlos como Estado. Deberían empezar por defenderse de sí mismos, de quienes les gobiernan, para dejar de ser el Caín de esta historia trágica y alcanzar algún día la paz.

miércoles, 16 de julio de 2014

TRANSATLÁNTICO, de Miguel Rodríguez Muñoz

Nadie espere encontrar en este relato de viajes la grandeza de una aventura o el temblor de una pasión. Ni mundos exóticos, ni tiempos perdidos. Nada que no resulte previsible en la travesía marítima y confortable de un crucero que llevará al lector desde el puerto de Málaga hasta Brasil, y que el autor narra a la manera de un diario.
   En ese espacio cerrado en que transcurre la travesía no suceden grandes cosas, pero Miguel Rodríguez Muñoz se las ingenia para que lo pequeño se vuelva interesante. Y yo diría que siempre parece estar a punto de ocurrir lo inesperado.
   Asoma toda una tipología de individuos, descritos con pocos, pero expresivos trazos.  Tan escasas palabras dicen tanto de un sujeto que parece biografiado, como si se nos sugiriese su vida entera, la vivida y aun la que le aguarda. La excepción la marcan algunos personajes, presentados con un halo de misterio, como el viejo de la cazadora verde o la bibliotecaria bailarina, que en un tris está de originar una línea argumental paralela.
   En esos apuntes apresurados, la mirada suele tornarse crítica, pero casi nunca ácida, con una ironía leve, que busca la complicidad de una sonrisa más que la burla que da pie a la carcajada. De cuando en cuando, sin embargo, el humor sirve al sarcasmo. Entonces, el retrato se vuelve esperpéntico y nada conmiserativo. Igual sucede con las actividades que entretienen al pasaje o con sus actitudes.
   Más objetiva es la semblanza  que se ofrece del barco, ocasionalmente trufada de datos técnicos, aunque en ocasiones se nos escape la risa a la vista de determinadas comparaciones. Cielo y océano devienen también en protagonistas, y no cansa al lector su reiterada evocación. Por más que habitualmente las nubes entenebrezcan el espacio y el mar aparezca un algo encabrillado, al variar siempre las imágenes con que se les alude, cada vez que se los mienta parece la primera.
   En los puertos donde atraca el buque, el relato abandona la intrahistoria de su microcosmos y se adentra en las ciudades. Las pinta -¡qué importancia adquiere el color!- con una minuciosidad que, paradójicamente, no excluye la síntesis, sin ahorrar, pese al laconismo, imágenes sugerentes y valoraciones. Y la descripción se viste con anécdotas insignificantes, pero significativas, tomadas al paso de sus vagabundeos.
   Con todo, a mí la atención se me ha ido enseguida de lo que se ve a través de los ojos del narrador a su forma de contar. Proporcionar sustancia literaria a un viaje que se anunciaba anodino constituye desde mi punto de vista su mayor mérito.
   Ennoblecen el relato referencias cultas, citas de películas o de libros de género vario, mitos sobre el Mar Tenebroso, y reflexiones cuasi filosóficas, traídas de la mano de lo que se observa o se siente. Y el lenguaje, pese a su aparente sencillez, que abona el uso del período corto y ocasionalmente la frase hecha, abunda en recursos estilísticos. Son imágenes siempre claras de diversa intencionalidad, que embellecen o satirizan, destacan un rasgo o nos enseñan modos distintos de ver la realidad.
   Con este libro he experimentado, en fin, el placer de leer, sin que me espolease la urgencia por conocer lo que ocurrirá, recreándome en cómo se dice lo que va pasando, por nimio que sea.

domingo, 13 de julio de 2014

ISRAEL

Israel bombardea la franja de Gaza. No dirige sus proyectiles contra tanques o instalaciones militares. Sus objetivos son viviendas, domicilios de militantes de Hamás, dicen a modo de exculpación de sus actos execrables. Silencian que en esas casas viven niños, abuelos, mujeres… También callan que ningún tribunal ha sentenciado a quienes ellos acusan. Y en 5 días ya han matado a un centenar largo de personas.
   Me confieso incapaz de ponerme en el lugar de un anciano que ha perdido a toda su familia en uno de esos ataques. Creo que solo podría hacerlo si fuera judío y hubiera vivido el Holocausto. Por eso me asombra que las víctimas de ayer se transfiguren en los verdugos de hoy sin el menor escrúpulo.
   Entre los israelíes también hay gente decente, yo lo sé. Inexplicablemente, la prensa occidental no nos da noticia de su existencia, pero a buen seguro se estarán levantado contra esa orgía de muerte y destrucción.
   Los poderes del mundo han dejado solos a los palestinos. Como mucho, apenas dejan entrever muecas de tímida contrariedad. Uno se pregunta para qué sirve la ONU, o el Tribunal Penal Internacional, si no se pone fin a esta masacre, si quedan impunes delitos de lesa humanidad, atrocidades como estas.
   Una vez más corresponde a los pueblos enfrentarse a la sinrazón y el crimen de Estado. Vista la inoperancia o, peor aún, la complicidad de instancias internacionales, es a la gente del común a quien nos toca elevar la voz hasta que nuestro grito sea tan intenso que lo llene todo y frene tanta iniquidad. Es nuestro turno, el momento de la calle, de la repulsa de esta guerra contra civiles y la exigencia de responsabilidades.

domingo, 6 de julio de 2014

MICRORRELATOS (III)


Introducción (breve, claro): Un microrrelato es un fulgor, como una vibración de luz que apenas dura. Si en ese instante ilumina algún recodo de la mente del lector y le hace sentir una emoción efímera o le arranca una reflexión o una sonrisa, habrá cumplido su cometido. A saber si los que siguen lo conseguirán…

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La Voz de su Amo dicen que dijo lo que le habían dicho que dijera.
Queda dicho.

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Un cuervo con un ala rota se lamentó ante la serpiente porque ya no podía volar. Pero el ofidio no entendió su queja.

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Su suegra le había enviado un pollo de buen tamaño. Un propio se lo había traído por la mañana.
   - Gracias por el pitín, dijo a la obsequiosa pariente aquella tarde.
La donante enarcó una ceja, acaso las dos, alborotose toda:
   - ¿Cómo que un pitín? ¡¡Un pitón!!
Había cogido el diminutivo por donde no era. 

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Enseguida barruntó que no era su príncipe azul. Pero como no era monárquica, no lo creyó un gran problema.

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No había nadie en la carnicería. También la librería que venía después estaba vacía. En cambio, en la peluquería de perros un empleado adecentaba a un can y hacían cola varios más.

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Acodada en la barandilla del balcón, aspirando la fragancia del jardín, se preguntó si aquella babosa que se arrastraba por el suelo sentiría la primavera como ella.


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