lunes, 18 de mayo de 2015

UN GUIÑO MÁS A VOTANTES INCAUTOS

Hace unos días, contra toda evidencia, frente a toda lógica,  me creí en un país nórdico. Acababa de ver en primera página de un periódico la imagen del presidente del Gobierno  montado en una bicicleta, pedaleando espacios que me parecieron madrileños, y lo eran sin duda, porque no circulaba solo, sino que lo flanqueaban las candidatas del Partido Popular a la alcaldía y a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Iban sonrientes, casi se diría que alborozados, tan pimpantes como si fuese para ellos habitual desplazarse sobre dos ruedas, lo que, ciertamente, no casaba con mis recuerdos. Por mucho que escarbara en la memoria, y mira que hice esfuerzos, ni siquiera salían de ella estos sujetos como usuarios de transporte público, a no ser que adjudiquemos categoría de tal a los coches oficiales.
   Cabalgan ahora sobre el sillín como quien quiere aparentar lo que no es y, encima, pretende que nos lo creamos. Y, no obstante, en ese gesto para la galería, yo veo algo más que una impostura. Algo así como descubrirse en lo que no son. Se disfraza de lagarterana quien no lo es, y se rodea, además, de una mojiganga festiva buscando una cercanía momentánea con el elector, el cuerpo a cuerpo, la distancia corta que logre su empatía para cuando vaya a la urna.
   Pero deberían andarse con cuidado estos inopinados ciclistas, no vaya a salirles el tiro por la culata. Igual que la fiebre revela la existencia de una enfermedad, su guiño velocípedo a votantes incautos puede, por contraste, constituirse en síntoma. Hacer en tiempo electoral lo contrario a lo que se hace durante la legislatura no proporciona, precisamente, credibilidad. Sobre todo, cuando llueve sobre mojado. Y, para postre, se corre el riesgo de que el elector, por inocente que les parezca, considere que se le toma por tonto. Y no hay engañabobos que funcione sin bobos...

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