EXILIO
INTERIOR: VARIACIONES EN TORNO A UN POEMA DE MARTIN NIEMÖLLER
Primero
marginaron a los gitanos, de piel de aceituna y canción en los labios.
Su
pena es la más antigua.
Desconfiaron
de ellos, porque eran nómadas y no tenían más patria que su gente.
No
vieron en la suya otra cultura de la que aprender, sino un motivo para la
sospecha.
“Es
un gitano”, dijeron de quien no lo era, siempre que utilizase malas artes. Y
consideraron que era lo mismo calé
que ladrón o traficante.
Como
yo no soy gitano, no hice nada cuando empezaron a perseguirlos, a ellos y a su
buen nombre.
Después
la emprendieron con los homosexuales.
Tampoco
los sintieron, simplemente, como diferentes.
Los
juzgaron perversos, amorales. Los humillaron con insultos, los hicieron
víctimas de bromas crueles.
Como
yo no soy homosexual, no moví un dedo para exigir que se les tratase con el
mismo respeto que quiero para mí.
También
a los inmigrantes les llegó su turno.
Vinieron
pobres, sin otra riqueza que sus manos.
Hablaban
distinto, y sus costumbres no eran las nuestras.
Los
he visto dormir en secaderos de tabaco, trabajar por casi nada, mirarlo todo
con los ojos tristes del desamparo.
Enseguida
los acosaron.
No
les llamaban moros o negros o sudacas para indicar de dónde venían o cómo eran. Con esos nombres
levantaron una barrera de desprecio y de rechazo.
Debí
gritar entonces con Antonio Machado que “Nadie es más que nadie”.
Pero
como a fin de cuentas yo no soy latinoamericano, ni marroquí, y mi piel es
clara, me callé y los dejé hacer.
Tampoco
los enfermos de SIDA se libraron de sus iras.
Se
negaron a compartir con ellos el aire, la mesa, el pupitre de la escuela. Y los
dejaron solos.
Pero
como yo no tengo el SIDA, consideré que aquello no iba conmigo, y los abandoné
a su suerte.
Así
que, cuando fui yo el señalado como diferente, era demasiado tarde para mí.
Sencillamente, ya no quedaba nadie que pudiera hacerme llegar su solidaridad.
ACLARACIÓN:
Escribí este texto para que, dranatizado, formase parte de “Un moro frente a
mí, en el espejo”, que representé con el Colectivo Teatral Niala, del IES Valle
del Jerte, de Plasencia. La experiencia fue publicada por el Centro de
Profesores de dicha localidad extremeña en septiembre de 1998. A anotar que,
entonces, atribuí erróneamente el poema del que partí para componer este mío a
Bertolt Brecht.
Es que yo siempre creí que había sido de Bertolt Brecht. Me has sorprendido con tu revelación. está bien saberlo.
ResponderEliminarUn saludo.