miércoles, 4 de mayo de 2016

“PARÍS-AUSTERLITZ”,  de Rafael Chirbes

Las primeras páginas podrían ser casi las últimas, lo serían si el orden narrativo de los sucesos se atuviese a una disposición cronológica. Pero no todas las novelas empiezan por el principio de la historia. Ésta se inicia en el después, para volver al antes, y de nuevo enlazar con el momento en que se nos sitúa cuando comenzamos la lectura, y así sucesivamente. En ese continuo flujo y reflujo temporal, la mirada, liberada del afán por conocer el desenlace, se vuelve al camino.
   ¿Y qué halla? Se encuentra con un relato de amor y desamor, y la vivencia de una enfermedad en fase terminal, que afecta a uno de los miembros de la pareja, cuando ya no lo es. He ahí, sucintamente resumida, la línea argumental de “París-Austerlitz”.
   Quien cuenta es uno de los protagonistas. Lo hace en primera persona, y sin nombrarse. La elusión es tal que incluso cuando reproduce textualmente un diálogo con su antagonista, éste –que sí aparece señalado, Michel- no utiliza el vocativo que lo identificaría, sólo usa el . El yo del narrador se torna omnipresente, lo cual se corresponde bien con el tono afectivo de lo narrado. Se cuenta desde el sentimiento. Se nos informa de los avatares por los que atraviesa la relación, pero también, y tal vez sobre todo, de cómo son sentidos.
   Ese ejercicio de introspección permanente es lo que, en mi opinión, constituye el mayor aliciente de la obra. Porque los vaivenes que experimenta la pareja –la idealización y la pasión iniciales, las oscuras premoniciones que como una carcoma las mina poco a poco, el desenamoramiento por parte del personaje narrador, en fin- poco tienen de original. Es más, dados los condicionantes de que parten los dos protagonistas, singularmente los mundos contrapuestos de ambos, hubiera sido difícil concebir otro final que no fuera la ruptura.
   ¡Pero están tan bien descritas las reacciones de los dos personajes y su contradictoria concepción de la vida en común y del amor...!
   Que se trate de una relación entre gais podría constituir algo específico, diferenciador. Sin embargo, diría que no lo es. Con frecuencia,  me daba por pensar, según leía, qué cambiaría –en la trama, en su tratamiento- si la pareja fuese heterosexual, y la verdad es que no se me ocurría ninguna respuesta. Es seguro que no la había, si salvamos algunos apuntes referidos al momento en que las familias de uno y del otro habían conocido su orientación sexual o alguna referencia a bares de alterne.
   ¿Qué decir del otro polo de atención de la novela, la enfermedad que acaba aquejando a Michel, cuando la relación ya está rota? Es en su tramo último cuando se producen las rememoraciones del narrador protagonista, que lo asiste de cuando en cuando, entre la compasión y la rabia contra ese ser que no adoptaba medidas preventivas en el sexo, porque cuando se entregaba lo hacía por entero. No nos ahorra Rafael Chirbes detalles sobre el avance inexorable de la dolencia, el deterioro paulatino y terrible, en un contexto en el que se impone lo sórdido.
   Es sin duda una novela bien escrita. Pero pese a ese reconocimiento si a mí me gustó fue, sobre todo, por la solidez de la psicología de sus personajes, por su hondura tan fieramente humana, en un sentido muy diferente al que daba a esa expresión Blas de Otero. 

6 comentarios:

  1. Fenomenal reseña Juan Manuel. Transmites muy bien lo que se puede encontrar uno en la novela; los sentimientos del amor y desamor y de la enfermedad, y, como bien dices, para nada tiene mayor importancia si la pareja es o no es homosexual; tal vez sólo por la terrible enfermedad que se cebó con ese colectivo de manera cruel e injusta (una enfermedad nunca es justa, pero si está repartida al azar, parece que se hace más asumible).
    Un abrazo.

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  2. En justa correspondencia, debo decir que me ha encantado la entrada que dedicas a esta novela en tu blog, "Cuéntame una historia". Quien la lea me agradecerá la recomendación.
    Un abrazo fuerte, Rosa.

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  3. Una tertulia completada con las estupendas reseñas que hacéis tanto tu, como Rosa, es un lujo. Gracias a los dos.
    Besos. Irene

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  4. Gracias, Irene, pero para mí el lujo es contar con tertulianos como tú con quienes compartir impresiones lectoras...
    Un abrazo de los fuertes

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  5. Buena reseña, lástima que tus múltiples ocupaciones te impidan ir más a menudo a la tertulia y poder contar, además de con las interesantes entradas en el blog cuéntame una historia de Rosa, con tus reseñas. Un abrazo

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