“PARÍS-AUSTERLITZ”, de Rafael Chirbes
Las
primeras páginas podrían ser casi las últimas, lo serían si el orden narrativo
de los sucesos se atuviese a una disposición cronológica. Pero no todas las
novelas empiezan por el principio de la historia. Ésta se inicia en el después, para volver al antes, y de nuevo enlazar con el momento
en que se nos sitúa cuando comenzamos la lectura, y así sucesivamente. En ese
continuo flujo y reflujo temporal, la mirada, liberada del afán por conocer el
desenlace, se vuelve al camino.
¿Y qué halla? Se encuentra con un relato de
amor y desamor, y la vivencia de una enfermedad en fase terminal, que afecta a
uno de los miembros de la pareja, cuando ya no lo es. He ahí, sucintamente
resumida, la línea argumental de “París-Austerlitz”.
Quien cuenta es uno de los protagonistas. Lo
hace en primera persona, y sin nombrarse. La elusión es tal que incluso cuando
reproduce textualmente un diálogo con su antagonista, éste –que sí aparece
señalado, Michel- no utiliza el vocativo que lo identificaría, sólo usa el tú. El yo del narrador se torna
omnipresente, lo cual se corresponde bien con el tono afectivo de lo narrado.
Se cuenta desde el sentimiento. Se nos informa de los avatares por los que
atraviesa la relación, pero también, y tal vez sobre todo, de cómo son sentidos.
Ese ejercicio de introspección permanente es
lo que, en mi opinión, constituye el mayor aliciente de la obra. Porque los
vaivenes que experimenta la pareja –la idealización y la pasión iniciales, las
oscuras premoniciones que como una carcoma las mina poco a poco, el
desenamoramiento por parte del personaje narrador, en fin- poco tienen de
original. Es más, dados los condicionantes de que parten los dos protagonistas,
singularmente los mundos contrapuestos de ambos, hubiera sido difícil concebir
otro final que no fuera la ruptura.
¡Pero están tan bien descritas las
reacciones de los dos personajes y su contradictoria concepción de la vida en
común y del amor...!
Que se trate de una relación entre gais
podría constituir algo específico, diferenciador. Sin embargo, diría que no lo
es. Con frecuencia, me daba por pensar,
según leía, qué cambiaría –en la trama, en su tratamiento- si la pareja fuese
heterosexual, y la verdad es que no se me ocurría ninguna respuesta. Es seguro que
no la había, si salvamos algunos apuntes referidos al momento en que las familias
de uno y del otro habían conocido su orientación sexual o alguna referencia a
bares de alterne.
¿Qué decir del otro polo de atención de la
novela, la enfermedad que acaba aquejando a Michel, cuando la relación ya está
rota? Es en su tramo último cuando se producen las rememoraciones del narrador
protagonista, que lo asiste de cuando en cuando, entre la compasión y la rabia
contra ese ser que no adoptaba medidas preventivas en el sexo, porque cuando se
entregaba lo hacía por entero. No nos ahorra Rafael Chirbes detalles sobre el
avance inexorable de la dolencia, el deterioro paulatino y terrible, en un
contexto en el que se impone lo sórdido.
Es sin duda una novela bien escrita. Pero
pese a ese reconocimiento si a mí me gustó fue, sobre todo, por la solidez de
la psicología de sus personajes, por su hondura tan fieramente humana, en un sentido muy diferente al que daba a esa
expresión Blas de Otero.
Fenomenal reseña Juan Manuel. Transmites muy bien lo que se puede encontrar uno en la novela; los sentimientos del amor y desamor y de la enfermedad, y, como bien dices, para nada tiene mayor importancia si la pareja es o no es homosexual; tal vez sólo por la terrible enfermedad que se cebó con ese colectivo de manera cruel e injusta (una enfermedad nunca es justa, pero si está repartida al azar, parece que se hace más asumible).
ResponderEliminarUn abrazo.
En justa correspondencia, debo decir que me ha encantado la entrada que dedicas a esta novela en tu blog, "Cuéntame una historia". Quien la lea me agradecerá la recomendación.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte, Rosa.
Una tertulia completada con las estupendas reseñas que hacéis tanto tu, como Rosa, es un lujo. Gracias a los dos.
ResponderEliminarBesos. Irene
Gracias, Irene, pero para mí el lujo es contar con tertulianos como tú con quienes compartir impresiones lectoras...
ResponderEliminarUn abrazo de los fuertes
Buena reseña, lástima que tus múltiples ocupaciones te impidan ir más a menudo a la tertulia y poder contar, además de con las interesantes entradas en el blog cuéntame una historia de Rosa, con tus reseñas. Un abrazo
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