“LA
VÍSPERA DE CASI TODO”, de Víctor del Árbol
Es
una sensación un tanto paradójica, de impresiones contradictorias, la que he
experimentado al leer esta novela. A veces he llegado a preguntarme qué
criterios maneja al jurado del premio Nadal, con el que ha sido galardonada;
pero también reconozco que me he sentido atraído por sus intrigas, interesado por
cómo se desvelarían.
Ocurre que, a mi entender, se mezclan
demasiadas cosas, y no traídas de la mano de una línea argumental, como
aspectos secundarios que deriven de ella. Son personajes que entran en contacto
con otros los que vienen, con su pasado –y su presente- a cuestas, a sumar
historias, aunque su relación con la trama principal se nos escape. Podrían
tener interés en sí mismas, constituirse, por separado, en guiones de otras
tantas narraciones, pero su acumulación resulta forzada. Con el añadido,
además, del dramatismo que caracteriza a todas ellas. Vamos de un sobresalto a
otro, no hay gota que agote el vaso de las tragedias, que, inmisericordes, nos
salen al paso página tras página, según avanzamos en la lectura.
Y todos esos argumentos se cierran, y no
sólo en cuanto a las incógnitas que plantean. No hay cabo suelto que estimule
la imaginación del lector. Incluso cuando ya nada queda por saber, como si el
autor se resistiese hasta el último momento a poner el punto y final, se nos
cuenta qué ha sido, qué es, de cada personaje, después de resueltos los enigmas.
Todo queda, así, atado y bien atado.
En el haber
de esta novela, yo destacaría la preocupación por el tiempo, una exactitud
de calendario, complementada, en ocasiones, por la precisión horaria, una
datación que se manifiesta en el encabezamiento de cada capítulo, como si se
tratase de una crónica. A mí me parece un eficaz recurso para dosificar la
tensión, como lo es la diversidad de escenarios. Esos cambios espaciales
favorecen igualmente la introducción de nuevas acciones, con importancia en sí
mismas, con una débil ligazón –y a veces sin ella- con la trama principal.
El estilo es llano, directo, aunque no
siempre desnudo de artificio. Nada llamativo, si exceptuamos alguna descripción
de un ritmo casi cinematográfico, o ciertas expresiones especialmente afortunadas. A los personajes
no los conocemos sólo –tal vez ni principalmente- por lo que hacen o por cómo
se les pinta: el narrador se encarga de meterse en sus adentros, dándonos
cuenta de su sentir o sus pensamientos, con una omnisciencia casi absoluta.
No es que me haya aburrido, pero no la
releería, como hago a veces con obras que me admiran.
De acuerdo en todo. Leída con mucha atención e intriga, pero sin olvidad el mayor fallo que le veo: demasiadas tramas paralelas. demasiado cerradas todas ellas. Yo no volvería a leer esta novela, pero sí leeré otras del autor.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un placer coincidir contigo, Rosa. Y, por favor, no dejes de avisarme si lees alguna otra novela de este autor y te resulta interesante.
EliminarUn abrazo de los fuertes
Muy bien vuestras reseñas; por qué no se las mandáis al autor, ya que tiene noticias de la tertulia, a ver qué dice.
ResponderEliminarNo creo que le gustaran mucho, Irene.
EliminarGracias, Irene, por tu valoración. Y por tus asiduas visitas al blog.
EliminarNo puedo estar más de acuerdo con vosotros, la lectura me atraía, pero también me agotaba. Cada vez que aparecía un nuevo personaje venía acompañado de una historia más trágica que la anterior, y no te daba tiempo a imaginar por tu cuenta de qué se trataba, pues te lo explicaba rápidamente.
ResponderEliminarHubiese disfrutado más con varios libros dedicados solamente a algunas de las tramas que cuenta.
A pesar de lo dicho, me parece que escribe bien y sabe atrapar la atención del lector.
Un abrazo