EL
OPOSITOR INGENIOSO
Yo
no viví esta historia, y por tanto no puedo certificar de primera mano que
sucedió; sin embargo, voy a contarla como si efectivamente fuera cierta. Parece
imposible, pero no seré yo quien ponga topes al ingenio humano, que de continuo
me sorprende saltándose límites que tenía por infranqueables. La experiencia
que me dan los años me ha enseñado, además, a desconfiar de la rigidez de las
fronteras que separan la realidad de la ficción.
Me refirió la anécdota un compañero que la
situaba en el contexto de unas oposiciones. Lo que no consigo recordar es si
había sido miembro del tribunal o si hablaba como mero transmisor de lo que
escuchara. Cabe, incluso, la posibilidad de que todo fuera fruto de su
invención.
En su relato, un opositor había advertido a
los examinadores de que iba a desarrollar de una forma muy peculiar el tema que
le habían tocado en suerte –la narrativa
contemporánea hispanoamericana, si la memoria no me falla-. La originalidad
consistiría en que, lejos de centrarse donde cualquiera esperaría que lo
hiciese, esto es, en personalidades literarias y tendencias reconocibles, se
dedicaría a sacar del anonimato a figuras cuya genialidad era habitualmente
ignorada por los manuales literarios. Tras ese preámbulo, comenzó a perorar
ante un tribunal un tanto sorprendido ya desde un principio por lo inusual del
enfoque.
Enseguida llamó la atención de sus miembros el
enciclopedismo del aspirante a profesor. Asistían, atónitos, a una inopinada
lección, transmutados en aprendices de un saber tan fuera de lo común. De la
boca de aquel individuo salían atropelladamente autores, títulos de obras,
argumentos apenas pergeñados, análisis que culminaban en valoraciones. A bote
pronto, seguro que a más de uno de los examinadores, si no a todos, le dio por
pensar en cuánto desconocía de la letra pequeña de la historia de la literatura
de allende los mares.
Agotado que hubo su tiempo, fuese el
interfecto, no sin dejar a quienes habían de puntuar su exposición sumidos en
el asombro. En el cónclave que siguió, alguien hubo de adelantarse a verbalizar
su desconcierto, a solicitar, tal vez, a los demás que llenasen el vacío que,
en cuanto a los datos recién escuchados, reinaba en su mente.
Imaginad su estupefacción, y la de los
interpelados, cuando se supo que a nadie sonaba ninguno de los nombres que
habían sido citados. Tampoco comparecían en las historias de la literatura que
consultaron, por exhaustivas que fueran, ni en la memoria o la bibliografía de
ilustres colegas, expertos americanistas. De aquella pléyade de escritores
secundarios no había quedado más huella que la evocación oral del opositor. Así
de fugaz había sido su existencia.
Creo que yo lo habría calificado con un 10…
si hubiera concurrido a una plaza como actor y el ejercicio que se le demandara
hubiera sido una improvisación…
Yo le hubiera puesto un 10 también en la oposición. Si es capaz de hacer eso con escritores desconocidos o inventados, Qué no podrá hacer explicando a Vargas Llosa, García Márquez o Bryce Echenique.
ResponderEliminarMuy buena la anécdota. Se non è vero, è ben trovato.
Un beso.
¡Lástima, amiga Rosa, que no exista ninguna asignatura de literatura inventada en el currículo de bachillerato...! El individuo antedicho se la habría llevado de calle...
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