“GALVESTON”,
de Nic Pizzolatto
Iba
pasando páginas y todo me sonaba conocido. Arrugaba el entrecejo, entregado a
la desconfianza: no sería la primera vez que no me doy cuenta de que ya he
leído un libro hasta haberme adentrado bien en él. Pero en esta ocasión sólo era mi memoria, que
me jugaba una mala pasada y me confundía.
Porque yo sí que había visto escenarios
similares a los de “Galveston”, si bien en el cine, y no en una película
concreta, sino repartidas las imágenes entre muchas. ¿Quién no tiene in mente
esos grandes espacios vacíos de los Estados Unidos, esos cenagales y pantanos,
esos moteles de carretera, las apreturas del calor, la amenaza inminente de un
huracán devastador, las sirenas y las luces de los coches policiales?
La novela nos lleva a los bajos fondos de
una Norteamérica profunda, donde campan por sus respetos la violencia y el
alcohol, y asoman vidas rotas, con duros pasados a cuestas que gravitan sobre
un presente inquietante, perturbador.
Estamos ante un thriller un tanto peculiar. A mí, me ha interesado en menor medida la trama que
la caracterización de tipos y ambientes. Y no porque no haya intriga. Aunque
ésta no se centre en averiguar la autoría de ningún crimen (los hay, pero
sabemos quiénes matan), siempre nos mantiene en vilo la posibilidad de la
persecución, sea gansteril o policial, con un ajuste de cuentas o un juicio
como probables desenlaces, según quién atrape a los fugitivos.
Sucede, sin embargo, que la descripción de
los lugares donde transcurre la acción y la pintura de los personajes pasan a
primer plano, de puro logradas.
Entorno y sucesos aparecen descritos desde
los ojos de Roy Cody, el protagonista, que habla en primera persona: un matón
cobrador de deudas, aquejado de una enfermedad terminal, que huye de su jefe y
de su banda, y también de la ley. Un individuo peligroso, capaz de propinar una
paliza o de asesinar a sangre fría y sin escrúpulo alguno y que, sin embargo,
muestra su lado más humano, casi diría que tierno, con su afán protector ante la desnortada joven Rocky y la niña Tiffany.
Una actitud que se manifiesta incluso en la tensión sexual que emana de la
relación entre él y la muchacha, y que parece ir a resolverse a cada instante,
y a cada instante se contiene.
No importa la extensión del papel que
desempeñan: los secundarios adquieren relieve. Los hay verdaderamente
desalmados, sin resquicio para la piedad, como Stan, el patrón, y sus gánsteres
acólitos; inconscientes y alocados, como Killer Tracy, drogadicto y ladrón; fríos
y distantes cuando la situación cambia y media el tiempo, en el caso de
Loraine, antigua amante, reconvertida en señora con marido acomodado
(extraordinaria escena, de enorme plasticidad y dureza, la del reencuentro).
Pero del fango emergen ocasionales buenas
gentes, como las ancianas hermanas Elliot, que entretienen a la pequeña Tiffany,
o la propia niña. Y Carmen, presa de sus contradicciones, que arriesga su vida
por salvar la de Roy.
A todos iguala la calidad en el retrato. Da
igual las líneas que se les dediquen. Siempre
los sentiremos vivos.
Llama la atención cómo narra el personaje principal.
Como si lo que le pasa (¡y tantas cosas le pasan!) no le sucediera a él, sino a
otro. Ese realismo no excluye formas desgarradas, sin medias tintas, sin
florituras literarias que rebajen la crudeza, la brutalidad de lo descrito.
El final es sorprendente y conmovedor.
Genial semblanza de la novela. Esos ambientes, esos personajes que superan la trama, que dejan la trama en pura anécdota porque lo que nos arrastra y atrapa son esos seres encerrados en sus propias peripecias y en unos ambientes opresivos y ya conocidos, efectivamente por cualquiera que haya visto cine, series y novelas norteamericanas.
ResponderEliminarUna novela muy recomendable.
Un beso.
Pues yo recomiendo, Rosa, a quienquiera que haya leído esta reseña, que vaya a tu blog, "Cuéntame una historia", a recrearse en la que tú le has dedicado a la misma novela. Le encantará, estoy seguro...
EliminarMe ha gustado mucho tu reseña, ha sido un buen colofón a la lectura de la novela. Quien lea ésto y el comentario de Rosa, tendrá muchas ganas de leer el libro. Sigue con tus comentarios que siempre aportan algo nuevo a la lectura. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Pilar. Y sí que seguiré con las reseñas. ¿Sabes? Además de ayudarme a sistematizar impresiones, me vienen bien para no olvidar lo leído. Y, para encima, así continuamos con el diálogo de nuestra tertulia literaria...
EliminarEfectivamente, parece que seguimos con la tertulia; la verdad es que da gusto leeros a ti, Juan, y a Rosa, además me vienen muy bien vuestras reseñas para recordar lo leído.
ResponderEliminarDesde tu tierra, hoy ya en la provincia de Lugo, besos.
¡Qué distintos esos paisajes gallegos, y esos paisanajes, de los de "Galveston"! También esas comidas...! Mira que es ancho el mundo... ¡Disfrutadlo!
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