“EL
MUNDO PERDIDO DEL KALAHARI”, de Laurens van der Post
Este
libro es un relato novelado, lírico, si no tierno sí enternecedor; también
épico y, en mayor medida, dramático. Una evocación nostálgica, hagiográfica,
que pasa del retrato embellecedor y el enaltecimiento de la actitud vital de
los bosquimanos, a un cierto sentimiento de culpa, no individualizado, no
personalizado en el autor, pero del que se siente familiarmente partícipe.
Contrasta la visión idílica del bosquimano con la pintura de la acción
aniquiladora, despiadada, de europeos y de tribus negras que, estableciendo una
pinza, desde el sur y desde el norte, presionan y expulsan a este pueblo de su
territorio ancestral.
Podría tacharse a Laurens van der Post de
parcial en cuanto al punto de vista, de idealización en el retrato de unos y
demonización de los otros. A mí me parecen su descripción y la búsqueda que
emprende en pos de los últimos bosquimanos un homenaje casi póstumo y de
justicia, aunque a estas alturas tan sólo pueda ser poética.
También se hacen presentes conflictos
psicológicos, centrados en uno de los miembros de la expedición, que la
dificultan con su carácter cambiante, atormentado y caprichoso. Y la dureza de
la andadura, con jornadas extenuantes y complicaciones que les plantea el
entorno (moscas tse tse,
desbordamiento de zonas pantanosas…). Se nos muestra una naturaleza
desbordante, de animales peligrosos y árboles atormentados, como ve a los
baobabs, o bellos (los mopanes).
Nos topamos con leyendas que remiten al
principio de los tiempos, cuando se vivían los mitos, que no eran tan sólo
historias hermosas, como la del pájaro de la miel. O que siguen incidiendo en
el hoy de las gentes (para acudir al corro de los espíritus deben ir limpios de
sangre). Me han llamado la atención el papel del hechicero y el remedio para
expiar la culpa, con una carta enterrada.
Resulta por de más admirable el retrato del
bosquimano salvaje del Kalahari, de sus hábitos y conocimientos, de los restos
de sus pinturas, de los lugares que habita (ba)…
Leía y al cabo de un rato lo dejaba. No era
que me aburriera, ni que fuera un relato complejo. Me costaba parar de leer,
pero pensaba que así me duraría más, porque siempre estaba interesante. Era pura
avaricia, no quería consumirlo todo de una sentada, ahorraba páginas para
después. Me costaba, porque me gustaba mucho.
Parece interesante, aunque no es mi estilo preferido. El caso es que igual lo leo y me resulta fascinante como ya me ocurrió con "Ébano" de Kapuściński que, tan acertadamente, recomendaste hace años en la tertulia. Veremos como se da el tiempo.
ResponderEliminarUn beso.
Es un viaje, visto a través de otro que lo ha vivido. Y créeme que te lo hace sentir. Para mí tenía un interés especial: conocía muchos de los espacios que transita en su búsqueda de los últimos bosquimanos libres.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte