LA
ARGENTINA QUE VI (28): D.E.P.
No
fue hasta días después de regresar a España cuando, mediado noviembre, supe de
la tragedia. Todavía durante un tiempo se esperaba que no lo fuera. Los medios
de comunicación seguían los avatares de una búsqueda que se volvía más
angustiosa por momentos. La esperanza de
hallar con vida a la tripulación de un submarino argentino perdido en el Atlántico
Sur iba siendo menor, según transcurrían las horas sin que se tuviesen noticias
de su paradero. Y finalmente esa posibilidad desapareció del todo. Aún hoy,
cuando publico estas líneas, se desconoce la ubicación del fondo marino donde
reposa el casco del ARA San Juan, y
cuarenta y cuatro cadáveres aguardan un rescate improbable.
Ese buque había zarpado de Ushuaia. Donde
nunca llegaría sería a su base, que estaba en Mar del Plata, 400 Km al sur de
Buenos Aires.
Todas las desgracias lo son, pero las hay
que llevan añadido un plus de cercanía y nos afectan en mayor medida. La
casualidad hace que eso me ocurra a mí,
así sea tangencialmente, en este caso. El 4 de noviembre, cuando nos
disponíamos a navegar dos horas y media por el canal de Beagle a bordo de un barco turístico, vi la silueta
inconfundible de un submarino atracado en un muelle de Ushuaia. Incluso lo
fotografiamos y recuerdo que había en ese instante personal sobre la cubierta. Y
no puedo quitarme de la cabeza que, dada la proximidad de las fechas, esa nave
que entonces llamó nuestra atención y la desaparecida fueran la misma.
Es impactante pensar que gente a la que has visto y fotografiado en la cubierta de un submarino unos días después esté muerta tras un naufragio. Evidentemente, la noticia no puede ser igual para ti que para los que lo vimos de forma neutra en el telediario.
ResponderEliminarUn beso.
Cierto, Rosa.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte