TINTA, Y NO DE CALAMAR
Hay calamares y calamarones. Y no
me refiero con el aumentativo a los cefalópodos gigantes que viven en las
profundidades abisales, dicen que en perpetuo combate con los cachalotes, que
apetecen de su carne.
Hablo de los que habitan entre nosotros y tienen nuestra misma
apariencia, encarnados, según sople el viento, en unos u otros, y últimamente
en ciertas personalidades de la vida pública española. Los vincula a la especie
marina citada su afición a soltar tinta
a las primeras de cambio, con la finalidad de sustraerse a las miradas de
quienes ellos perciben como predadores, llámense en su caso periodistas,
adversarios o, sobre todo, ciudadanía en general. Y los hace ser grandes (calamarones) la posición social que
ocupan.
Ante la publicación de supuestos datos que comprometen su buen nombre o
el de la organización en la que militan, acuden al subterfugio de acusar a sus
acusadores. La tinta que utilizan es el consabido ¡Y tú más! Al decirlo, tal
vez pretendan quedar fuera de foco, fijarlo en los otros y quedar, así, relegados, ocultos a la atención pública.
Una variante de esa forma de proceder surge cuando, para negar la mayor,
es decir, su supuesta implicación en casos de corrupción, la toman con el
mensajero y, adoptando aires victimistas, le hacen acreedor de los más turbios
intereses y merecedor de infiernos
procesales adonde quisieran arrojarlos con querellas.
Por enlodadas que bajen las aguas, conviene no dejarse liar en esa
ceremonia de confusión. Y no olvidar que, si el calamar se oculta tras la
tinta, la aparición de esta suele dar fe de la presencia de aquel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario