“NOS
VEMOS ALLÁ ARRIBA”, de Pierre Lemaitre
Qué
tendrá esta novela para que le hayan otorgado el premio Goncourt y la hayan
leído hasta la fecha medio millón de franceses...
Albert Maillard y Édouard Pericourt son dos
soldados, combatientes en la I Guerra Mundial. Sus dramáticos avatares en una
última batalla de la contienda los unirán más allá de la finalización del
conflicto. La acción principal, tejida en torno a ellos, cuenta con una trama
paralela, protagonizada, a partir de determinado momento, por familiares de Édouard
y el siniestro capitán Pradelle.
A veces, los dos planos se interrelacionan.
Y al amparo de ambos surge toda una constelación de individuos secundarios, de
paso fugaz en ocasiones, con mayor presencia en otras. A menudo son caracteres
cuya pintura se compone de un solo trazo, lo que los reduce un tanto. Esa
simplificación, que alcanza su culmen en el retrato del malo, que es malísimo,
que peor no puede ser, halla su correlato en los protagonistas principales
cuyas actuaciones, en particular en el caso de Albert, se contradicen de cuando en cuando con la naturaleza que se le atribuye. Si la simplificación
facilita la lectura (y el despertar de emociones), las actitudes paradójicas
llevan al lector a la sorpresa, que tal vez le sirva de incentivo.
El trasfondo en que ocurren los sucesos se
constituye en tema de evidente interés. Asoman un mundo que negocia con el
sentimiento de los familiares de las víctimas, o con las mismas víctimas,
supercherías sin cuento, una miseria moral que emerge bajo la altisonancia de
los discursos patrióticos. Y desfila algún héroe de guerra que si no se mira en
los espejos deformantes del callejón del
Gato será porque Valle-Inclán todavía no había escrito “Luces de Bohemia”.
Como la narración se inspira en un contexto real, tiene esta novela mucho de
denuncia y de catarsis colectiva. Y el
lavado de trapos sucios, máxime si afecta a toda una sociedad, atrae
como imán.
Otra cuestión es cómo se va desenvolviendo
el argumento. Aunque se disponga en un antes y un después, un desarrollo
cronológico en el sucederse de los acontecimientos, la linealidad se rompe al
alternar el protagonismo de los personajes, al ir de uno a otro la acción (o el
pensamiento, pues el narrador es omnisciente). Ese constante vaivén, que
fragmenta la novela en capitulillos de escasas páginas, supone un aliciente más
para mantener la atención.
Caracteriza por lo demás a la fabulación un
disparatado discurrir, donde se torna habitual lo inesperado, pleno de
intrigas, con un punto de thriller, que no huye de la truculencia o el detalle
espeluznante, antes bien, se recrea ocasionalmente en su descripción.
No suelen gustarme los best-séllers, pero he de reconocer que con frecuencia me atrapan.
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