DE
CARLOS JEREZ (IN MEMÓRIAM)
No
puede ser que uno se quede sin palabras tras su muerte, después de las que él prodigó
para nosotros. Por eso escribo, queriendo vencer la pesadumbre que nos ha
dejado quien tanto nos alegró en vida. Y solo conozco una forma de sobreponerme
a este sentimiento de ausencia, que es
recordarlo.
Aún me parece oír su voz cuando alguien, sin
que importase su condición académica, llamaba a la puerta del aula o del
departamento de Lengua: “Pase y desnúdese”, respondía impertérrito. El desconcierto
del recién llegado corría parejo al regocijo de sus alumnos, que llenaban la
clase de risas.
Creador de expresiones, inventor de decires,
a todos enseñaba a bien hablar con el ejemplo, y a la vez transmitía algo tan
esencial para la vida como es el humor, a menudo con un punto de provocación
del que no se excluía siquiera a sí mismo.
Siempre ocurrente, con esa maestría que
proporcionan la inteligencia y una vasta cultura, lo mismo corregía errores con ironía
que incrementaba en sus explicaciones el vocabulario de sus oyentes. Y siempre
les pedía a sus alumnos que leyesen. Más de uno, de una, a quienes inoculó el
gusto por la literatura, aun sin ser conscientes de ello, le estarán rindiendo
un homenaje cada vez que encaren con placer las páginas de un libro.
A sus
colegas nos legó un tesoro, que preservamos en el mismo paño en que guardaríamos
el oro.
Se jubilaba alguno de nosotros y todos
esperábamos sus palabras, que en tales ocasiones adquirían forma de versos, que
nos recitaba. Sonetos donde no escatimaba ingenio y entre bromas y veras dibujaban
el ser del personaje que abandonaba el instituto, con imágenes que eran tan
sorprendentes por su originalidad como atinadas en su fondo. En alguna ocasión
le vi componerlos en cuestión de minutos, sin que faltase una sílaba al
endecasílabo o fallase una rima en el cuarteto.
Siempre se le encontraba donde se le
necesitaba, dentro y fuera del centro, ya fuera como organizador de actos, ya
como maestro de ceremonias o como un partícipe más. Echaba el resto en la
cocina si de comidas solidarias se trataba, sumaba su voz a las del coro Mateo
Escagedo, practicaba a manos llenas el ejercicio de la amistad. A mí, me ayudó
en el teatro cuando se lo pedí.
Era un amigo al que he querido mucho, seguro
que se habrá dado cuenta. Hoy necesito hablar de él, aunque solo sea para
evitar que se nos vaya del todo.
Bonitas añoranzas para un amigo . Estará ocupando haciendo sonetos de lo celeste . Un abrazo
ResponderEliminarPreciosas palabras Freire. Se ha ido una de esas personas que te dejan huella. Una de esas personas con las que merece la pena cruzarse en esta vida. Fueron muchos los momentos que compartí con él, tanto dentro como, sobre todo, fuera del aula, y en todos ellos siempre fue una persona desbordante de alegría e ingenio. Una alegría de la que nos ha dejado huérfanos. Todas las pérdidas son dolorosas, pero cuando se va alguien que aún tenía tanto que darnos, la pérdida es incalculable. Hasta siempre amigo Jerez!!
ResponderEliminarMe he emocionado. Mis dos profesores de lengua y literatura en bachillerato, sois de los que nos habéis marcado huella más allá de las aulas.
ResponderEliminarGracias a Pablo por compartir este post.
Un abrazo, Javier Barba (hijo).
Bonitas y emocionantes palabras. Los que nos cruzamos en su camino nunca le olvidaremos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Adriana Fernández Del Rivero
Así era, "practicaba a manos llenas el ejercicio de la amistad".
ResponderEliminarAún hoy me río al recordarlo como la primera vez que le escuché en clase decir "pase y desnúdese".
Un saludo.
Cristina Romillo