viernes, 13 de febrero de 2015

JUEVES, 7 DE AGOSTO DE 1998  (DE MI CUADERNO DE CAMPO)

San Román de Cervantes (Os Ancares, Lugo), desde una habitación trasera de Casa Velón, entre las 8 y las 9 de la mañana:
   Abrimos las contraventanas para encontrarnos con una masa blanquecina, en lugar de la transparencia del aire que esperábamos. La niebla nos sitúa el horizonte delante mismo de los ojos. Asoman entre ese cendal algodonoso las cabezotas de algunos árboles próximos. Solo el sonido de las campanas llega, diáfano, a informarnos de la hora que vivimos.
   Según desayunamos, la bruma, paulatinamente, cede, en una retirada lenta. De su impenetrabilidad va surgiendo lo que encerraba, como en el revelado progresivo de una fotografía. Se distingue la loma de enfrente, con su hierba amarilla y unos cuantos castaños. También un árbol desconocido, al que se le engarza un rosal cuyas flores rojas estallan entre el follaje verde, y un fragmento en gris de una calzada sin coches. Un pajarillo que esconde sus colores en el ambiente todavía plomizo de la mañana se baña en la piscina, a la que pinta de azul el fondo de su cubeta, que no el cielo, ausente aún. Comparecen además a la mirada recias construcciones de labranza, paredes de piedra con que hacer frente al frío y al calor, y tejados de pizarra.
Tiempo de carretera, de 11.00 a 12.00:
   Circulamos despacio por una carretera que dicen es la más elevada de Galicia. Alargar el camino, pues no otra cosa implica recorrerlo lentamente, nos permite observar mejor las montañas. Ha redondeado sus cumbres la edad, que ya han vivido mucho y han aprendido a no confrontar su orgullo con el viento, la lluvia, las nevadas: la resistencia que ofrecen es pasiva y doblegada.
   La niebla ocupa tan solo los valles, que nos oculta, como si fuese una tierra diferente, blanca y sin consistencia, la que se extiende entre laderas. Fuera de esa ilusión, el paisaje se nos ofrece en toda su pureza, vacío casi de árboles, colonizado por arbustos y plantas pequeñas. Localizamos escobas vestidas de amarillo, brezales ya sin flor, cardos morados, esbeltos gordolobos.
   Suspendidos en los cables de un tendido eléctrico, graznan dos cuervos, molestos, quizá, por la vecindad apacible de una pareja de tórtolas. Su presencia parece lógica donde se anuncia la proximidad de un pueblo bautizado galaicamente con el nombre de O Pombeiro.
   Solo de cuando en cuando cierra perspectivas lejanas un bosque sombrío, de pinos o de robles. Pero lo habitual es que esas especies, o el castaño, o el abeto, o el chopo, aparezcan en soledad, escoltados a menudo por toda una infantería de helechos o zarzamoras.
12.15 horas:
   Llegamos al refugio Club Ancares, punto de partida de una incursión en el acebal de Cabana Vella o de la ascensión al pico Tres Bispos (Obispos). Un poeta debe de habernos precedido en el camino y sin duda se entretuvo en sembrar de topónimos hermosos estos parajes. Vale la pena que comprobéis por vosotros mismos que los merecen… 

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