miércoles, 11 de marzo de 2015

ENFERMOS DE FANATISMO

Ahora la toman con los testigos mudos del pasado. Después de haber mostrado al mundo su crueldad, documentada en vídeos grabados por ellos mismos, donde se exhibían mientras degollaban a sus víctimas indefensas, los autoproclamados como Estado Islámico (E.I.) la han emprendido con restos arqueológicos de la antigua Asiria.
   Con bulldozers y excavadoras han demolido la ciudad de Nimrod, fundada en el siglo XIII antes de Cristo; arrasaron el palacio, el templo y la muralla interna de la también milenaria Hatra (Patrimonio de la Humanidad), destrozaron estatuas y relieves en el museo de Mosul, se sirvieron de una taladradora para acabar con un gigantesco toro alado con cabeza humana, que guardaba la entrada de Nínive y que había sobrevivido 2500 años a sus creadores…
    Siguen el camino de otros como ellos, que los precedieron en esta feroz iconoclastia, y no hace tanto. Así, los Budas gigantes de Bamiyán, esculpidos en las montañas, fueron abatidos por los talibanes en Afganistán, y las huestes integristas de Ansir el Din destruyeron mausoleos sufíes en Tombuctú (Malí).
   Unos y otros han arrasado o están arrasando lo que ya no ha de volver, sus hacedores llevan ya siglos muertos. Y si no pueden eliminar la Historia, por más que esta no se ajuste a su conveniencia, ¿de qué les sirve privar al mundo de unos testimonios que el paso del tiempo ha convertido en irrepetibles?
   Me gustaría decirles que no se precisa ser budista, o musulmán sufí, o cristiano o animista para indignarse ante esos atentados contra una herencia milenaria. Solo hace falta ver en cada estatua, en cada construcción o manuscrito la obra de arte que son, valorarlos como reflejo de una cultura o de una sociedad, sentir cómo un pálpito, una emoción se materializaron en piedra, en madera, en barro.
   No es suyo lo que destruyen, que es de todos, también de quienes no profesamos sus creencias.

   Sé que ningún argumento los convencerá, por persuasivo que resulte. La razón se compadece mal con el fanatismo y la intolerancia, por más que los deje en evidencia, y en esa medida los combata.

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