¡MIRA
QUE LLAMARSE ALBERT...!
Podía
haber sido su nombre Pepe, o Manolo, o incluso Alberto... Pero Albert suena tan a catalán... Van por
ahí provocando y, claro, luego pasa lo que pasa. Por ejemplo, lo del delegado
del Gobierno (español) en Andalucía, comunidad que, como se sabe, anda inmersa
en proceso electoral.
En el curso de un acto de su partido, y en
pleno uso de la palabra, compuso este personaje el gesto grave de quien se
apresta a formular una declaración trascendente y a renglón seguido se soltó la
melena.
“Lo
voy a decir muy claro –se engalló-. Yo no quiero y no me gusta que a Andalucía
se le mande desde Cataluña ni que su futuro político lo decida un político
llamado Albert”.
Avispado como debe de ser, a este sujeto no
se le pasaría por alto que el nombre de ese líder despide un tufo a catalán de
no te menees. Y su partido, Ciudadanos,
que compite con el PP por el voto de la derecha, ¡nació en Cataluña!
¡Como para no aprovechar, echando mano del
sentir anticatalán de parte del electorado!
¿Que algún malintencionado vería en ese
discurso resabios xenófobos? ¿Que podía
alentar en Cataluña las posiciones antiespañolas? ¡Peccata minuta, mal menor!
Suele sucederles, a quienes en determinado
momento utilizan la cabeza más para la embestida que para el razonamiento, que
no miden que, en lugar de menoscabar al adversario, solo consiguen quedar
en evidencia ellos mismos. Y cuando después, forzados por las circunstancias y
las críticas, no tienen otra que disculparse, sus excusas suenan a todo excepto a convincentes.
“Lamento
la confusión con mis palabras. Máximo respeto y admiración por Cataluña. Una
cosa es hablar de un partido político y otra de una comunidad autónoma”,
escribió en Twitter, horas después de su metedura de pata.
Se mire por donde se mire, no hay por dónde
cogerlo. Porque para meterse con Ciudadanos
y con su dirigente... ¿qué hizo, si no fue achacarles su carácter catalán?
Hubiera resultado más oportuno que alegase
que sus manifestaciones habían seguido la estela marcada por su partido, el PP.
¿O acaso sus preclaros mandamases no han enfatizado en fechas recientes con la
procedencia catalana de esa organización, pronunciando su nombre en catalán (Ciutadans, que, con chusco error, el inefable Floriano convirtió en Siutadans, Siudatans y Siutatans)?
Claro que, si lo hubiese recordado, no
habría colado (o intentar que colase) eso de la confusión. Por cierto,
¿confusión de quién? ¿Suya? ¿De los periodistas? ¿O, simplemente, de quienes
sabemos leer?
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