lunes, 18 de abril de 2016

MICRORRELATOS  (VII)


A menudo, un microrrelato, reducido por definición a lo esencial, se regodea, así sea levemente, en la manera de decir, o da cabida a un contenido prescindible, como si no se tratara de ir al grano. La brevedad no trae consigo necesariamente la desnudez en el arte de narrar, ni excluye el adorno en el estilo.


Se levantó, como habitualmente, una hora antes de lo imprescindible. Era el tiempo que se concedía para conjuntar su vestuario y acicalarse. En el metro, alguien la empujó, sin que fuera adrede. Entonces, un sapo se asomó a su boca y vino a descomponerle el look.
   
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Se operó de cataratas cuando comenzó a habitar en una nube. Al volver al aire la transparencia que le faltaba, ya no tuvo disculpa alguna para no ver el mundo como era.

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Apenas una suave ondulación estorbaba la planicie de un Mediterráneo en calma. Una ola que ya sólo era espuma dejó en la arena un frasco. Una mujer venida de un lienzo de Sorolla lo cogió y  extrajo de su interior unas palabras que no la hicieron sonreír. “Si esta botella llega a vuestra costa, y estas letras a vuestros ojos, es que nosotros no hemos podido cruzar el mar que nos separa de vosotros”. Así decían.

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En la habitación fue haciéndose la luz. Esa claridad dio forma a los objetos que la noche había escondido. Entre cantos de aves que quebraban el silencio, el reclamo de un gallo atravesó el ventanal. Al poco, sonó, agudo y persistente, un reloj despertador. Pero esta vez no hubo mano que  apagara su grito, ni bostezo que lo siguiera. En un costado de la cama, las zapatillas de felpa aguardaron inútilmente los pies que siempre las calzaban.

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“Estoy cansado de ser Nicolás”, se dijo Nicolás. Y fue Martín. No obstante, frente al espejo, tras la imagen de Martín, siempre asomaba Nicolás.

2 comentarios:

  1. Muy buenos tus micros, sobre todo el de las cataratas operadas y el de la mujer del lienzo de Sorolla. A base de leer, me voy reconciliando con estas narraciones tan cortitas que antes me sabían a muy poco y ahora he descubierto que tienen mucho sabor cuando te acostumbras.
    Un beso.

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  2. El secreto está en leerlos despacio y, si es caso, en completar lo que dicen. A mí, por su condensación, este género me recuerda a la poesía, sólo que con un componente narrativo. Me alegra que te gusten, Rosa. Yo me lo paso muy bien escribiéndolos.

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