martes, 31 de enero de 2017

SEMBLANZA DE DONALD TRUMP

Podría haber sido el protagonista chulesco y desmadrado de una película del Oeste. Tampoco anda escaso de cualidades para encarnar a un tertuliano feroz, uno de esos tipos viscerales que se curten en la intemperancia y el dislate; o, esto quizá venga mejor al caso, a un político que alimente de demagogia sus discursos, apelando a los instintos más bajos del electorado.
   Lo cierto es que los votantes  han encumbrado a la presidencia de los Estados Unidos a este sujeto iracundo, tan falto de sentido de la medida como sobrante en soberbia. Aunque suene a paradoja, cuántos se sentirían (nos sentiríamos) aliviados si dijese digo donde antes dijo Diego y volviese papel mojado sus promesas y dicterios de campaña, ahora que ha ganado.
   Pero ha venido para que pinten los bastos que anunció, y a diario así se lo recuerda al mundo, con el que tan mal avenido se muestra. Cualquier día de éstos, declarará abolida la palabra empatía. Porque la actitud de ponerse en lugar del otro ya la ha desterrado y para qué un término sin referente que nombrar. Millones de personas, dentro y fuera de su país, tienen sobradas razones para sentirse más débiles, más desprotegidas, más en riesgo.
   No le arredra el aluvión de críticas con que se recibe su prepotencia, la autocrítica parece tan ajena a su comportamiento como la diplomacia. Si rechazas la taza, ahí lo tendrás, aprestándose a arrojarte a la cara tazón y medio.
   Yo creía que estos personajes sin fisuras, compuestos de un solo trazo, tenían limitada su existencia a las páginas de la mala literatura, para satisfacción de mentes simples, que sólo ven en blanco y negro. Debo confesar que me ha cogido por sorpresa, en el caso que nos ocupa, el salto que se ha operado, de la ficción a  la realidad. Y más inconcebible resulta aún que esa realidad sea la presidencia de los Estados Unidos.

   ¿Qué habéis hecho, estadounidenses?

1 comentario:

  1. Como siempre en épocas de crisis, lo fácil es echar la culpa al ajeno, al extranjero; lo que tienta es el discurso nacionalista, insolidario, xenófobo; y en Estados Unidos, aparte de los que me tiene fascinada, hay también mucha ignorancia, mucha tendencia a mirarse el ombligo; mucha apetencia de redentores.
    Lo terrible son los otros muchos norteamericanos que ven las cosas como nosotros, porque ellos tienen el monstruo en casa. Si fuera creyente diría "que Dios bendiga a América y al mundo"
    Un beso.

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