LA
ARGENTINA QUE VI (19): CÓMO OLVIDAR
Sobre el suelo de la plaza de Mayo, en torno
a un monolito con forma de pirámide, se reitera el dibujo estilizado de un
pañuelo blanco. El cuello al que se anuda
y el cabello que cubre, y hasta el óvalo de la cara que enmarca, son
puro hueco. Simbolizan a quienes son, en Argentina, un símbolo.
El sábado 30 de abril de 1977, en plena
dictadura militar, 14 mujeres dieron dos vueltas al monumento en una
reclamación silenciosa de que aparecieran sus desaparecidos. El régimen
secuestró a varias de ellas, como antes había hecho con sus familiares. A los cadáveres
de algunas, el mar no quiso esconderlos en su seno y los depositó en playas
del vecino Uruguay. Puso así de relieve lo que se pretendía encubrir, cómo se deshacía
el aparato represivo del Estado de los torturados en los centros de detención.
Es difícil concebir un escenario tan
horrible. Sobre el Río de la Plata o el océano próximo, las nubes tras las que
se ocultaban los aviones militares se abrían ante el vértigo de una caída. La
de opositores arrojados al vacío, vivos, adormecidos con pentotal, previamente
embarcados con el engaño de ser llevados a otro destino que no fuese la muerte
que les aguardaba. Estampados contra la superficie acuática, devorados sus
restos por las criaturas marinas, los cuerpos de esos hombres y mujeres no
serían, en el imaginario de los dictadores, testimonio de sus crímenes, dejarían
de existir incluso muertos.
Las madres de la plaza de Mayo siguieron
caminando alrededor de la Pirámide una vez por semana, como el primer día. Su
coraje y el de tantos otros argentinos
evitaron el olvido. Y quienes quisieron borrar las huellas de la memoria de
aquellos tiempos oscuros, hoy, paradójicamente, la perpetúan, cumpliendo
condena en las cárceles.
Las luces y las sombras. Hasta ahora, nos has mostrado las luces de una ciudad mítica. Tenían que salir las sombras de una época negra y triste que no debemos olvidar.
ResponderEliminarUn beso.
Nos llevan ventaja en cuanto a memoria histórica se refiere...
EliminarUn abrazo fuerte, Rosa
Gracias, Benedetta, visitaré tus blogs...
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