sábado, 11 de enero de 2014

LA SHARIA DE GALLARDÓN 

Debería resultar ocioso aclararlo. Pero sucede que no falta quien interesadamente oficia una ceremonia de la confusión, con fines espurios.
   No es lo mismo defender la libertad de las mujeres a abortar que estar a favor del aborto. No conozco a nadie que sea partidario del aborto, a fin de cuentas una agresión contra el cuerpo femenino. De lo que hablamos es de que la afectada pueda recurrir voluntariamente a interrumpir su embarazo, pese a los costes que le suponga, si ella misma valora que serían mayores de continuar adelante. Lo que está en juego es el derecho de la gestante a decidir sobre su capacidad reproductiva.
   La ley vigente se lo reconoce dentro de unos plazos razonables. El actual ministro de Justicia está promoviendo, con el beneplácito del presidente del Gobierno, una nueva regulación que penalizaría lo que ahora mismo es legal. Solo en los supuestos de violación o peligro para la vida de la mujer, y previo informe médico, se permitiría abortar.
   El señor Gallardón ha pasado de ser un avanzado social dentro del PP, según lo calificaban algunos ingenuos, a paladín de las ideas más rancias de la derechona (que es como siempre lo he visto yo, modestia aparte).
   Seguramente bebiendo de fuentes episcopales (y no de muchos cristianos que no opinan así), este personaje dice defender la vida humana, que en su ideario es fuente de derechos desde la concepción. Y como esas son sus convicciones, pugna por convertirlas en normas de obligado cumplimiento, incluso para quienes, recelando de la cientificidad argumental de Rouco Varela, uno de sus mentores, no vemos en un embrión  a un niño.
   Como una aplicación de su peculiar sharia a tiempos modernos y occidentales, tratan de imponer a las mujeres que no piensen como ellos su credo. Lo que aquí está en situación de riesgo es la democracia misma, la libertad de actuar según la propia conciencia, que choca contra su intransigencia y su despotismo cerril.

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