EL
DESAHUCIO DE LA SEÑORA CARMEN
Fue
una noticia que me humedeció los ojos y me revolvió la mente. Desalojaron a una
anciana de 85 años el viernes pasado de su piso en Vallecas (Madrid). Su
hijo lo había aportado como aval para
que un prestamista privado le concediera un crédito, que hasta el momento no
había conseguido pagar.
Ella es la señora Carmen. Un reportero la
había fotografiado poco antes de que la hiciesen abandonar su vivienda. Se la
ve en ropa de casa, como si no fuesen a echarla de un momento a otro,
encorvada, con un bastón, la cara llena de arrugas, de aristas y de pena.
Seguramente no entendía nada, le sería imposible creer que alguien pudiese
comportarse así. Decía que había pedido a sus amigas que fuesen a la iglesia y
rezasen por ella; que había trabajado toda su vida en el campo y como
limpiadora y percibía la pensión mínima... Confieso que al contemplarla me
entraron ganas de abrazarla.
En la calle, decenas de personas solidarias
protestaban, una fue detenida. Había mucha policía, siete u ocho furgones. Podría
parecer desproporcionado ese despliegue, pero según cómo se mire. Nunca se sabe
cómo va a responder la población ante una injusticia como la que se iba a
perpetrar.
Me llamó la atención que algunos agentes
fueran embozados o con los rostros apenas perceptibles tras la visera de sus
cascos. Un mando impidió al periodista que lo fotografiara. Yo imagino que
querían protegerse, pero no de posibles agresiones futuras, sino de la
vergüenza. Debe de ser terrible que te vea un hijo, un vecino, en semejante actuación.
Incluso supongo que no será fácil encararse uno a sí mismo así en un periódico.
Aunque quienes más oprobio tendrían que
sufrir no estaban allí. Faltaban actores en este drama. Quienes iban a quedarse
con el piso, desde luego. Pero también otros. Se estaban aplicando unas leyes
que alguien instauró y que nadie cambió, y que penden como espada de Damocles
sobre los más débiles. Quienes las ampararon con su voto o las toleraron con su
silencio deberían formar parte de la comitiva judicial. Así podrían asomarse a
los ojos a la señora Carmen y sentir adónde conduce su política.
Yo confieso que deseé que venga cuanto antes
esa España de la rabia y de la idea
que tanto se está haciendo esperar.
No me vienen a la cabeza otras palabras más que INDIGNACIÓN y RABIA. ! Qué país !
ResponderEliminarPasaron unos cien años, pero una España, cada vez más de charanga y pandereta, nos sigue helando el corazón. ¿Por cuanto tiempo más?
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