RAJOY
(ERÍAS)
El
presidente del PP (y del Gobierno) habla poco. Pero cuando rompe su habitual
mutismo, aunque solo sea para decir cuatro palabras, resulta más locuaz de lo
que pudiera parecer. Por ejemplo, declaró en Murcia, pocas horas antes de que
saltara a la prensa la operación Púnica,
que “unas pocas cosas no son 46 millones de españoles”.
Fijémonos
en primer lugar en cómo evita hablar de corrupción. Queda muy disminuido el
delito, si se la llama con un término tan abstracto, y por ende tan impreciso,
como cosas, con el que podríamos
referirnos a cualesquiera objetos, generalmente de escasa monta. Y ya si son unas pocas, entonces casi reduce el
latrocinio público a la nada, al menos en la dicción, que no en la realidad que
percibe la ciudadanía. Y luego está esa referencia a los 46 millones de
españoles, a los que nadie imputa. Otro intento de engañifa verbal. ¿Por qué
atrincherarse en toda la población cuando los acusados del saqueo son prebostes de la política y no gente del común?
Poco tiempo después de que la operación Púnica cayese como un mazazo sobre la
población, el discurso de Rajoy pareció cambiar. “En nombre del PP –proclamó en
el Parlamento- quiero pedir disculpas a todos los españoles por haber situado
en puestos de los que no eran dignos a quienes en apariencia han abusado de
ellos. […] Responden a la codicia personal de los cargos públicos y no a las
organizaciones a que pertenecen”.
Solicita
el perdón, pero sigue escurriendo el bulto, continúa minimizando el problema.
Porque su gravedad no radica tan solo en que haya políticos de su partido que
hayan incurrido en prácticas delictivas. Lo más trascendente está en otro lado,
justamente en aquello que desmiente. No olvidemos que existen fundadas
sospechas de que el propio PP como tal se pudo haber beneficiado de actividades
corruptas, que le habrían aportado un dinero ilegal (trama Gúrtel, caso
Bárcenas…). No son únicamente conductas individuales las que están en entredicho,
contrariamente a lo manifestado por Mariano Rajoy. Hay momentos en que las excusas suenan a intento de huida, siquiera sea verbal. Sobre todo cuando lo
exigible es que se asuman responsabilidades.
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