martes, 4 de noviembre de 2014

RAJOY (ERÍAS)

El presidente del PP (y del Gobierno) habla poco. Pero cuando rompe su habitual mutismo, aunque solo sea para decir cuatro palabras, resulta más locuaz de lo que pudiera parecer. Por ejemplo, declaró en Murcia, pocas horas antes de que saltara a la prensa la operación Púnica, que “unas pocas cosas no son 46 millones de españoles”.
   Fijémonos en primer lugar en cómo evita hablar de corrupción. Queda muy disminuido el delito, si se la llama con un término tan abstracto, y por ende tan impreciso, como cosas, con el que podríamos referirnos a cualesquiera objetos, generalmente de escasa monta. Y ya si son unas pocas, entonces casi reduce el latrocinio público a la nada, al menos en la dicción, que no en la realidad que percibe la ciudadanía. Y luego está esa referencia a los 46 millones de españoles, a los que nadie imputa. Otro intento de engañifa verbal. ¿Por qué atrincherarse en toda la población cuando los acusados del saqueo son  prebostes de la política y no gente del común?
   Poco tiempo después de que la operación Púnica cayese como un mazazo sobre la población, el discurso de Rajoy pareció cambiar. “En nombre del PP –proclamó en el Parlamento- quiero pedir disculpas a todos los españoles por haber situado en puestos de los que no eran dignos a quienes en apariencia han abusado de ellos. […] Responden a la codicia personal de los cargos públicos y no a las organizaciones a que pertenecen”.
  Solicita el perdón, pero sigue escurriendo el bulto, continúa minimizando el problema. Porque su gravedad no radica tan solo en que haya políticos de su partido que hayan incurrido en prácticas delictivas. Lo más trascendente está en otro lado, justamente en aquello que desmiente. No olvidemos que existen fundadas sospechas de que el propio PP como tal se pudo haber beneficiado de actividades corruptas, que le habrían aportado un dinero ilegal (trama Gúrtel, caso Bárcenas…). No son únicamente conductas individuales las que están en entredicho, contrariamente a lo manifestado por Mariano Rajoy. Hay momentos en que las excusas suenan a intento de huida, siquiera sea verbal. Sobre todo cuando lo exigible es que se asuman responsabilidades. 

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