EN
MEMORIA DE JOSÉ MIGUEL CAVIA
Mucha
gente lamenta en Cantabria una pérdida. Todos los que conocimos al profesor
José Miguel Cavia, que falleció anteayer. Era una persona que se hacía querer
sin pretenderlo, simplemente siendo él mismo.
Tuve la suerte de ser compañero suyo en el
instituto “Ría del Carmen” durante años, hasta que le llegó la jubilación. Eché
entonces en falta su apariencia sólida, su bonhomía, la sonrisa apenas esbozada
en los ojos, el valor de sus opiniones.
Impartía matemáticas a sus alumnos y se
ganaba su atención y su respeto no desde el distanciamiento y la severidad,
sino desde el trato afable y el saber. Entre clase y clase, con los dedos
todavía blancos de tiza, buscaba el calor de una conversación, se sumaba a la
complicidad de una risa, evaluaba con mirada crítica y social la España que
vivíamos.
Fuera del aula, hacía del tiempo un espacio
que compartir. Acaso sin proponérselo, seguía siendo un enseñante.
Un sábado al mes, cambiaba la escritura de números
en el encerado por las botas y un chubasquero y nos llevaba a docentes y
estudiantes, también a padres, a la montaña, a aprender de Cantabria y sus
caminos. Nunca le oí reivindicar, en cada una de esas salidas, las horas de
preparación previa y minuciosa, cristalizadas en apuntes sobre la comarca
adonde íbamos, que siempre nos entregaba; pero resultaba evidente para todos
que allí había mucho trabajo callado, laborioso, impagable.
Estarán ya notando su ausencia sus
compañeros de tertulia, las mujeres de la asociación Quima, donde difundía su
amor por la naturaleza, o los oyentes del programa de radio Camargo que
convertía en una cátedra dialogante y cálida. A todos alcanzaba el abrazo de
ese ser entrañable que fue, que seguirá siendo en nuestros corazones. Porque
Miguel Cavia nos ha dejado, pero su impronta permanece en cuantos lo tratamos.
En la pena por haberlo perdido, nos queda el consuelo de haber disfrutado de su
amistad.
Descanse en paz.
Lo siento. RIP
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