EL
PEQUEÑO NICOLÁS
Una
vez vi en Barcelona una obra teatral donde los actores salían de una
pantalla de cine o volvían a ella desde el escenario. Personajes que
eran imágenes se volvían de carne y hueso, o viceversa, creando una extraña sensación
de continuidad entre ficción y realidad.
Traigo a colación esta anécdota para
hablar de nuestro hoy. Es como si en España, estuviéramos viviendo en una
película, cuyos intérpretes viniesen, de cuando en cuando, a habitar entre
nosotros. Son seres inverosímiles, que protagonizan tramas imposibles, de no
ser en un contexto literario, y que, no obstante, cuando menos lo esperamos, se
materializan, se hacen verdad.
Un caso es el del Pequeño Nicolás. Llama la
atención por lo muy descabellado del argumento que ha venido protagonizando. Un
chico de veinte años que desempeña un papel de agente secreto, con contactos al
más alto nivel en el mundo de la economía y de la política. Que viaja a bordo
de coches oficiales con chófer (y, al menos en una ocasión, en una caravana de
tres, el suyo en medio). Que alquila
un chalet en la mejor zona de Madrid, por una millonada. Que un buen día pone
protección a un miembro de Manos Limpias, bajo pretexto de que podría correr
peligro a manos de sectores del catalanismo. Que le muestra al susodicho
grabaciones de conversaciones familiares, como si tuviera el teléfono
intervenido y él accediera al fruto de ese espionaje. Que le pide que su
organización retire la acusación contra la infanta Cristina, como cuestión de
Estado. Que aparece en fotografías al lado de grandes empresarios, o de Aznar, de
Aguirre, de Rajoy, de Dolores de Cospedal, de Arias Cañete, saludando al Rey
en un besamanos…
Era un farsante, diréis, pero ¿puede haber
farsante sin farsa? Yo, cuanto menos, lo dudo. Sobre todo cuando caigo en que
alguien hubo de proporcionarle cobertura para su actuación (dinero, automóviles,
contactos…). No parece que estuviera interpretando un monólogo, sino un texto
coral, aunque aún ignoremos si sus compañeros de reparto eran coprotagonistas o
meros comparsas…
Su pretexto era hacer gestiones, ¿de qué
tipo, en beneficio de quién, a cambio de qué (se le acusa de solicitar
comisiones, aprovechando sus relaciones)?. Ahí es donde la película se torna
realidad. O quizás no, tal vez es la realidad la que se vuelve guion
disparatado. A nosotros, la gente del común, nos toca el papel de espectadores.
Lo peor es que, como siempre, la función no es gratuita, es a nuestra costa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario