CLAVES
ESCÉNICAS DE “SOBRADAMENTE PREPARADOS”
Antes de leer esta entrada, pinchad en google el
enlace. Os llevará a una grabación teatral de sólo tres
minutos de duración. A analizarla se dedican las líneas que siguen:
Todavía a oscuras, oímos el ruido de un avión, que
despega. Pero, en su lugar, también podría sonar el traqueteo de un tren. Ese
estrépito simboliza, en cualquier caso, una partida, un irse fuera de donde se
está.
Cuando se
hace la luz, la ausencia de mobiliario centra la mirada en los actores y
actrices, enseña que sólo el elemento humano importa. Es llamativo su número,
muy elevado: sugiere que lo que va a ocurrir afecta a muchos.
Todos se
orientan hacia delante, van en la misma dirección. Las maletas que llevan
inciden en lo ya revelado por el efecto especial del sonido, se encaminan hacia
un aeropuerto o una estación ferroviaria. Se marchan. ¿Adónde? ¿Por qué?
Una pista
importante es la edad. No hay ancianos, ni niños, ni personas que hayan entrado
en la madurez. Son jóvenes y visten como gente del común. La seriedad del gesto
indica que no es lúdico el propósito del viaje que se disponen a emprender.
Todo eso
sabemos, aun antes de que comience la acción.
Poco dura el
impasse de figuras quietas. Enseguida
empieza el movimiento escénico, muy
simple. A un paso al frente, sucede la pausa breve de una parada. El
desplazamiento implica que se van; el estatismo trae consigo la palabra. En esa
combinación reside la esencia de la escena. Hay un doble mensaje, el del mimo y
el verbal, que se complementan: si en uno se manifiesta una situación –la
marcha-, el otro pone de manifiesto su motivo y el sentir que produce.
Observemos,
de paso, cómo quienes salen del escenario cuando alcanzan el lateral al que se
encaminan surgen de nuevo por atrás, como si se incorporasen por primera vez y
fuesen distintos. La idea que se transmite es que los actuantes se multiplican,
y con ellos la muchedumbre que
protagoniza la acción.
No hay
diálogo. Podría calificarse de monólogo, pero fragmentado.
El discurso salta de un individuo a otro, no habla uno en nombre de los demás,
entre todos van componiendo el texto. Cada frase toma como punto de partida la pronunciada por el personaje anterior, y se encadena a su vez con la del siguiente. De esa forma, se afianza la dimensión coral de lo transmitido.
¿Y qué dicen?
Recuerdan que han estudiado según se les aconsejó, que han hecho caso de los
vaticinios y promesas de futuro que se les hicieron, proclaman lo que han
conseguido llegar a ser; evocan el sacrificio de sus familias y la ilusión que
pusieron en sus logros, también el desengaño subsiguiente.
El tono es
grave, pero no monocorde, se abre a matices diversos. Expresa reproche, ironía
amarga, cierta ternura, el enfado ante el desvalimiento, que casi se vuelve
acusación.
El final altera la unidireccionalidad, y,
simultáneamente, la voz se hace de voces que pronuncian al unísono. Se vuelven
todos para encarar al público, la cuarta pared desaparece y un último grito
sale de todas las gargantas. Los focos no acaban de apagarse, la crudeza del
desenlace permanece todavía unos momentos que parecen eternos.
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