MEMORIA CREATIVA
Dos comentarios al primer
artículo de este blog (Ver CROACIA, DE VUELTA-1) me animaban a que
incluyese alguna fotografía de aquel viaje a tierras dálmatas. Estuve tentado
de responder como el poeta ciego Max
Estrella cuando se dirige a La Lunares en la obra “Luces
de Bohemia” y le dice: “Las cosas que puedo tocar, para qué quiero verlas”.
Quería significar que las palabras aventajan a las imágenes en la
transmisión de sugerencias y emociones. Pero cuando fui a “Luces de Bohemia” a
corroborar la literalidad de la cita, no encontré esa frase en ningún momento
de la conversación entre los dos personajes. ¡Estaba enmendándole la plana a
Valle-Inclán!
A la vista de esta fantasía de la memoria, me dio por pensar, todavía
perplejo, en la fiabilidad de los recuerdos, y me entró el vértigo. ¿Y si eso
mismo me (nos) sucediese con todo lo demás, con la vida anterior, con nuestra
propia biografía? Nos estaríamos reinventando, re-construyéndonos en cada uno
de nuestros recuerdos, haciendo de nosotros mismos personajes casi literarios. Seríamos
criatura y creador a un tiempo. Porque también asumiríamos el papel que Vargas
Llosa atribuye al escritor, para quien la memoria es “el trampolín que dispara
la imaginación en su vuelo impredecible hacia la ficción”...
Post scriptum: Disculpad que os meta en estos jardines.
Yo siempre he estado convencida de que novelamos nuestros recuerdos, aprovechándonos de nuestro papel de narradores para suavizar nuestros posibles errores y justificarlos, y de que lo hacemos (mayoritariamente, que siempre hay excepciones) de manera inconsciente, pero constante.
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