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JÓVENES
Algunos conocimientos adquiridos
en otros tiempos se van quedando obsoletos. Sobre el papel siguen siendo
válidos, pero quienes rigen nuestros destinos, al forzar la lógica de la vida y
contravenirla, quieren volverlos inútiles.
Las relaciones laborales (por llamarlas de alguna manera, pues también
alteran los contenidos de las palabras), particularmente cuando se trata de
jóvenes que buscan su primer empleo en España,
ponen, por ejemplo, en entredicho aquella regla de tres que tantos problemas nos ayudó a resolver. Ya sabéis:
si un litro de aceite de oliva virgen nos sale por 4.15 euros, ¿cuánto
pagaríamos si adquiriésemos veinte?
O, por hablar de otro caso, a un economista en ciernes, que precisaba de
unos créditos de libre configuración para titularse, le abonaban 200 euros
mensuales por prácticas de empresa, cinco horas diarias, por las mañanas. Concluidas tales prácticas y ya titulado,
le ofrecen continuar. Pero el horario se incrementará en tres horas
vespertinas. De mantenerse las mismas condiciones salariales, la regla de tres
nos diría que deberían pagarle 320 euros (Solo es posible tal desafuero recurriendo al subterfugio de que se trata de una beca: ya he advertido que
también el significado de las palabras nos lo cambian nuestros próceres).
Pero ni siquiera es esa la propuesta. Suben las horas de trabajo, no el
dinero a percibir (200 euros). Claro que puede ir solo por las mañanas, como en
las prácticas, pero entonces la paga se reducirá a la mitad (100 euros).
No hay matemáticas que resistan ese cálculo, que es el de la infamia.
Lo increíble se ha aposentado como hábito en las vidas de nuestros
jóvenes. Por doquier afloran los ejemplos. Aun sin que los busquemos,
nos salen al paso. Ahí va uno más: el sueldo de otro joven profesional con jornada diaria de ocho horas, que por arte de
birlibirloque se multiplican, no supera los ochocientos euros. Por si fuera
poco, gratis et amore, la última
semana de cada mes sale a las cuatro de la madrugada para retornar puntualmente
a las nueve.
Dejar a los ciudadanos de a pie en estado crítico, tal es el modelo que
se nos plantea para salir de la crisis.
Ojalá os parezca inaudito o
imposible de creer que sea cierto, porque de ese asombro nace una esperanza: implica
una falta de conformidad con el mundo que se nos impone. Y del rechazo ha de
nacer la rebeldía, que es, en los tiempos que corren, la única garantía de
futuro.
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