miércoles, 24 de julio de 2013

UNA ESTÉTICA DE LA SOLIDARIDAD:
TRES PORQUÉS PARA “UN MORO FRENTE A MÍ, EN EL ESPEJO”  (2)

Lo decía Antonio Machado: “Nadie es más que nadie”. Son las palabras más bellas que he visto escritas en literatura alguna. Tendrían que ser estudiadas en la escuela, con las primeras letras. A menudo se desoye, sin embargo, su sabiduría profunda, su humano latir: se utilizan como arma arrojadiza contra el otro su identidad étnica, la cultura de su comunidad, el gentilicio que da fe de sus orígenes. Como una losa, cae sobre el inmigrante el apelativo de moraco, el de negro, el de sudaca... En su torno, se levanta una barrera de incomprensión y menosprecio, de compasiva tolerancia en el mejor de los casos.
   Convertir la diferencia en motivo para el agravio supone, entre españoles, un comportamiento próximo al teatro del absurdo o, por el dramatismo que conlleva, al esperpento. El que llama moro a un moro, él mismo lo es. Resulta ocioso recordarlo: circula sangre africana por nuestras venas, en la lengua que nos comunica hay voces árabes, y mucho es lo que debe el patrimonio cultural que disfrutamos a ese pueblo. Los sudamericanos son tan nosotros como nosotros mismos...
   Somos un país mestizo, hecho de múltiples encuentros. En la diversidad, nos reconocemos.

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