LAMPEDUSA, EUROPA
“Las venas abiertas de América
Latina”, tituló Eduardo Galeano una inolvidable trilogía suya. Imposible, sin
embargo, no pensar también en África estos días, si de sangrías se trata. Ya
sabéis: de 500 inmigrantes que pretendían alcanzar la isla italiana de
Lampedusa, unos 200 se ahogaron y a 150 se les da por desaparecidos. Es el último
episodio de una contabilidad siniestra, a la que no son ajenas nuestras costas.
Se le quedaron cortas a Larra las palabras, cuando decía que escribir
era llorar. A una inmensa tristeza, se suman la indignación y la vergüenza. Los
ojos se me humedecen, también, de rabia y de impotencia, mientras tecleo estas
líneas.
Eran eritreos y somalíes. Puede que cueste situar esos países en el mapa
del continente negro. Hay lugares que solo salen del anonimato a costa de
dramas como este, aunque su mera existencia sea, de por sí, una tragedia.
Eritrea y Somalia están lejos del puerto libio de Misrata, que fue donde
embarcaron rumbo hacia la muerte. Eso habla de un largo camino por territorios
desconocidos, sorteando peligros, venciendo agobios. ¡Qué gente más
extraordinaria debían de ser!
“Niños, había tantos niños...”, cuenta El País que lamentaban, estremecidos, quienes veían un cuerpo
sin vida tras otro. Y mujeres embarazadas, y jóvenes... “El mar está lleno de
muertos. Venga aquí a mirar el horror a la cara. Venga a contar los muertos
conmigo”, decía la alcaldesa al primer ministro italiano. Y no es la primera
vez que recrimina a las autoridades. Ante anteriores naufragios, preguntaba a
los dirigentes de la Unión Europea :
“¿Cuán grande tiene que ser el cementerio de mi isla?”.
Algunos supervivientes denuncian que tres pesqueros pasaron de largo
ante su barco incendiado. Y es cierto que nada puede justificar ese
desentendimiento, pero ¿qué decir de la existencia de una ley que, en Italia,
ha supuesto el procesamiento de pescadores que salvaron vidas humanas, acusados
de complicidad con la inmigración clandestina?
Ahora, los políticos culpan a las mafias que trafican con los sueños de
tantos africanos, a la falta de control de ese flujo migratorio en los países
implicados... De lo que no dicen nada es de incrementar las ayudas al
desarrollo.
Es como si no tuvieran nada que ver sus condiciones de vida para que
millones de personas emprendan estos viajes sin retorno. O como si nuestro
continente pudiera lavarse las manos, mirar hacia otro lado, no considerarse
parte del problema, después de lo que secularmente ha hecho y hace todavía en África.
Europa, Europa, con tanto muerto al hombro,
qué mal se anda, que diría nuestro Antonio Machado…
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