PARADOJA
PSOE
El
Partido Socialista se decanta por la Monarquía, eso sí, sin perder sus esencias republicanas.
Solo que estas últimas son de naturaleza espiritual y, como tales, invisibles.
Es mejor sistema la República, pensarían los
diputados socialistas, y, a continuación, votaron uno tras otro la ley de
abdicación, que posibilita la entronización del nuevo rey. A lo mejor alguno se
desmandó, diréis. Y sí, hubo alguna desobediencia que, en todo caso, fue menor,
una abstención y un par de ausencias, no un no
o un sumarse a la petición de referéndum, qué menos en asunto de tanta
trascendencia.
Disidencias, las justas, y, además,
penalizadas. No se concede libertad de voto, pese a tratarse de una cuestión
donde la conciencia de cada uno debería primar. Se pretende unanimidad en el
rebaño, que no haya oveja negra a la vista que contradiga la voz de mando de los
mayorales. Sobran dedos en una mano para contar el número de quienes en el patio
socialista, si no votan como sus compañeros, callan al menos para manifestar su
discordancia.
De facilitar tal imposición se encarga el
sistema electoral vigente, de listas cerradas, que, si fueran abiertas, cada
diputado sería dueño de sí mismo, y decidiría según su pensamiento se lo
demandase, o sus electores, y no siguiendo los dictámenes del partido. Y, en
tal caso, tal vez, otro gallo cantaría.
Luego se quejan.
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