domingo, 15 de junio de 2014

UN REENCUENTRO EMOTIVO

¿Tú quién eres?, nos preguntábamos mutuamente quienes no nos habíamos visto desde aquella, para, nada más escuchar la respuesta, reconocernos.
   No sé si os ha sucedido. Claro está que para que sea así deberíais haber alcanzado ya cierta edad. La suficiente como para encontraros a gente con quien hayáis compartido estudios cuarenta y nueve años atrás. En tal caso, tal vez tal vez comprobaríais, como me ha ocurrido a mí recientemente, que en una cosa al menos no  pasa el tiempo.
   Me refiero a la buena sintonía que trae consigo la amistad. Descubrí que ha permanecido vivo en nosotros el calor de entonces, de aquellos primeros años de la década de los 60. En torno a mesa y mantel, fueron aflorando varios pasados que recordar. El primero, el recorrido en común, en aquella Escuela Normal (de Magisterio) con dos puertas de entrada, una, la principal, para las chicas y los profesores; la otra, un poco alejada, por la que accedíamos nosotros, el elemento masculino, pues hombres y mujeres estudiábamos en aulas diferentes. Una tristura de vida, a la que ciertamente le poníamos color, como certificaban las mil anécdotas que salieron a colación.
    Juntos, habíamos sido convocados a asistir a nuestra primera manifestación reivindicativa, contra la subida del precio de los billetes de autobús, que había terminado con los grises midiéndonos las costillas: el inicio de un aprendizaje que, fuera de las aulas, nos conduciría a ser ciudadanos, frente a la servidumbre que nos imponía el franquismo.
   Tampoco dejamos en el olvido la creación, por varios de nosotros, del grupo de teatro Tespis, artífice de la puesta en escena de Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre, cuyo antimilitarismo pudo costarnos caro.
   Habíamos sido una promoción bien avenida. De esas que se ayudan mutuamente en las tareas académicas, que hacen de la coexistencia convivencia. Con tales mimbres tejimos cestos que, durante una sobremesa de horas, colmamos con recuerdos gratos. Solo surgía la melancolía al citar a tantos compañeros idos, nueve de diecinueve ya no están. También ellos, evocados desde el cariño, tuvieron su momento en este reencuentro. Y los profesores, y las peripecias académicas…

   Luego estuvo el otro pasado, el que cada uno trazó por separado, desde que terminamos la carrera, y que nos condujo por caminos diversos. La conversación saltaba animadamente de un momento a otro, de la biografía común a la posterior, individual, y todos supimos los unos de los otros y llenamos un vacío de casi cincuenta años y nos volvimos por entero reconocibles. Así, nos recuperamos como amigos.

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