EN
UNA LAGUNA CON NOMBRE DE ARROYO
Hemos venido a este
apartamiento albaceteño empujados por el
viento, siguiendo una pista de tierra que, desde el pueblo serrano de Cotillas,
cabalga montañas y se abre camino entre un sinfín de pinares. Es artificial la
laguna de Arroyo Frío, pero la naturaleza esconde ese artificio y la hace suya.
Del pie de una ladera brota, entre piedras, el manantial que la surte. En el
extremo opuesto un dique enano impide que se vaya sin dejar más huella en el
paisaje que la de su paso. Tiene el minúsculo embalse el encanto de lo pequeño,
cuando es hermoso. Lo acogen, solidarios, los montes vecinos, que trazan un
semicírculo en un entorno tintado de colores. Las hojas de los álamos van del
amarillo al ocre. Parecerían señales de otoño y son, sin embargo, brotes nuevos
de primavera. Predomina, no obstante, en derredor el verde, con diversidad de
tonos, oscuro el de los pinos, apagado en las encinas, glauco en el agua, pese
a su llamativa transparencia. Bajo la superficie, árboles caídos semejan crecer
en horizontal, mágicamente. De una rama que aflora, cuelgan dos nidos de
pájaro, y es que está habitado este espacio recóndito. La silueta grácil de una
lavandera cascadeña acaba de dejar en el aire el trazado de la estela gualda de
su pechera. Y un mirlo acuático, que contra sus hábitos permanecía inmóvil
posado en una piedra, escapa a nuestra mirada y se oculta en una mata de juncos
de la orilla. Todo es sosiego, nada nos perturba mientras circundamos esta
recóndita laguna. Si es caso, solo saber que hemos de abandonarla en breve…
No hay comentarios:
Publicar un comentario