POR
EE UU (9): VENECIA EN LAS VEGAS
El
suelo parece hecho de tres dimensiones. Caminamos como si hubiéramos de saltar
de un pequeño cubo a otro, cuidando de no meter el pie en el hueco que los
separa. Pero es sólo un juego que confunde a los sentidos, una ilusión óptica.
Pisamos mullidas alfombras, cuyo dibujo induce a una percepción engañosa,
volviendo volumen lo que únicamente es superficie.
Avanzamos, deslumbrados, por pasillos
fastuosos, de anchura inverosímil, tan largos que llevan a las pupilas a mirar
muy lejos. Atravesamos salas inmensas, abovedadas, tan vacías de mobiliario
como escoltadas por columnas, profusamente porticadas, sin otra utilidad
aparente que presumir de magnificencia y anonadar al visitante. Estoy a punto
de decir que tanta ostentación de grandeza me recuerda al Vaticano cuando veo a
algunos turistas encarar el techo. Y, al levantar la vista hacia donde ellos la
fijan, me encuentro... ¡con la Capilla Sixtina!
Salimos a un espacio abierto, donde algo no
encaja en la memoria de lo inmediato. Cuando entramos en el enorme edificio
dejamos atrás la oscuridad del atardecer, y ahora, menos de una hora después,
nos recibe la luz del día. Por resolver el enigma, busco el cielo, que está tan
alto como suele, y es azul y lo salpican nubes sospechosamente inmóviles.
El pasmo aumenta cuando bajo los ojos,
porque allá donde los pose el encantamiento no acaba. Andamos una calle
flanqueada por casas renacentistas, con comercios que son un muestrario de
productos italianos. Y en el centro se abre un canal por el que navega una
góndola con su gondolero, que canta a capela una melodía de mucho sentimiento.
Seguíamos dentro del hotel-casino Venetian que ciertamente hacía honor a
su nombre. Y cuando al fin sí nos vamos y nos enfrentamos a la noche, que
efectivamente, fuera de este decorado extraordinario, nos espera en el exterior,
las maravillas no terminan. Un minibús, transmutado en alfombra mágica, nos
lleva de Italia a Egipto sin abandonar Las Vegas. Y qué mejor para sentirse en
el país de los faraones que esa pirámide espectacular que es el Luxor… Aunque también podrían haber sido
nuestro destino París, o Nueva York, o al mundo antiguo de griegos y romanos
que todo está a nuestro alcance y ver es gratis…
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