POR
EE UU (16): UN PASEO POR LOS ÁNGELES
La
del lunes 8 de agosto fue mañana de tour. Embarcados en una furgoneta, en
compañía de otra familia y con un guía que habla español, nuestro periplo se
inicia a la vista de las imponentes torres de cristal del barrio financiero.
Atravesamos Downtown, el casco viejo. De
pasada, la calle nos deja imágenes de bellos e impolutos edificios, de escasa
altura, que conviven, en extraño maridaje, con otros que llaman la atención por
lo destartalados que están. Reflejan, plásticamente, la dualidad de sus
residentes. Es zona de gente con escasos recursos que, no obstante, está
experimentando una mutación. Últimamente se viene convirtiendo en polo de
atracción para profesionales con posibles, que remozan las viviendas antiguas.
Lo hacen usando en mayor medida de la madera que del ladrillo, más letal si
hubiera, como ha habido, terremotos. En paralelo al cambio de población, una
cohorte de comercios nuevos se instala en el vacío que dejan las tiendas de
toda la vida, que van echando el cierre.
Ya fuera de esa zona, nuestro vehículo
aparca en los límites de una plaza, que paseamos solos. Es un espacio grande y
vacío. En su centro, se levanta una puerta, que es sólo marco. Ese dintel
enmarca la efigie lejana del ayuntamiento de la ciudad, que se nos aparece a
través de su vano.
Andamos hacia un sitio próximo que bien
podría llamarse foro de las artes. De camino, pasamos por delante de un teatro
que antaño fue escenario de entrega de los Oscar. Cerca, vemos a un lado un
museo dedicado a la pintura, y, en otro punto, el palacio de la música. Nos
detenemos ante este último.
Es muy moderno, con planchas metálicas que
no lo fían todo a las líneas rectas. Y tiene su anécdota. Lo construyeron con
un material que refulgía al sol. Tal vez ese brillo atrajese las miradas, pero
de igual modo las apartaba de sí, al deslumbrarlas. Y peor aún era que cegase a
los conductores. O que la refracción recalentara el ambiente, volviendo un
cocedero las inmediaciones. Así que hubieron de deshacer lo hecho, o casi, pues
en la parte trasera dejaron el recubrimiento original, como recuerdo de lo que
había sido.
La Inglaterra victoriana nos aguarda en otro
punto de la ciudad. Parecen sus chalets un adorno que orlase sus pocas calles. Estamos
en Los Ángeles, y, cómo no, algunas de estas casas han servido de escenario en secuencias
de películas. Constan de dos, tres plantas a lo sumo y siempre las circunda un
jardín. Son como una concesión a la nostalgia de un tiempo pasado. Quizás, hoy
en día, también a la estética. Me gusta el sosiego que se respira aquí…
Vaya, me has abierto el apetito y las ganas de conocer esta ciudad. Eso de la Inglaterra victoriana. Ya entiendo a lo que te refieres con las casas de dos o tres plantas rodeadas de jardín. Esas casas americanas en las que siempre nos parece que acaba de rodarse una película. Nos lo parece a nosotros, claro, que nos hemos educado viendo cine americano, porque allí son de lo más normal.
ResponderEliminarUn beso.
Pero sí que este rincón de Los Ángeles es diferente, Rosa...
ResponderEliminar