LO QUE NOS DICEN
No sé qué nombre podría dársele a
un estado de ánimo que oscile entre el pasmo y la indignación, pero que ignore
cómo llamarlo no evita que lo experimente con frecuencia.
Sin ir más lejos, cuando leo que nuestros jóvenes emigran por afán de
aventura. O que se elimina la asistencia sanitaria gratuita a los inmigrantes
sin papeles para evitar el turismo sanitario. O que reduciendo el subsidio de
paro se fomenta la búsqueda de empleo. O que facilitando el despido (Reforma laboral) se favorecerán nuevas
contrataciones. O que con una amnistía fiscal Hacienda recaudará mucho dinero. O
que privatizar la sanidad pública no es privatizar la sanidad pública. O que se
hable de combatir el fracaso escolar y a la vez se incremente el número de
alumnos por aula. O que, o que, o que.
Si al
menos fueran extraterrestres los autores de semejantes declaraciones, aún
podría entender que digan lo que dicen. Lo suyo serían, entonces, meteduras de
pata fruto del desconocimiento. Como confusiones inocentes, es posible que hasta nos provocaran la risa.
Sin embargo, no estamos regidos por alienígenas, aunque en otra galaxia
sí que están. Y no quiero decir que vivan en un despiste permanente. Es que en
sus vidas no hay paro, y para colegios
ya están los de pago y para hospitales los privados. Ningún banco llama a su puerta para desahuciarlos, ni se
topan con inmigrante desprotegido alguno.
En su reino, que no es de este mundo, no existen las cuitas que afligen
a buena parte de los españoles, que estamos ahí únicamente como números que no
acaban de cuadrar. Quizás piensen, entonces, de nosotros como Bernarda Alba,
aquel personaje de Federico García Lorca, de los pobres, que, según ella, parece como si estuvieran hechos de otra
sustancia.
Seguramente por eso, además de
apalearnos con sus recortes, lleguen a creer que somos burros y que pueden
hacernos comulgar con ruedas de molino.
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