MOLLEJAS DE TERNERA EN REVUELTO
De los gallegos suele decirse
que, si uno se los encuentra en mitad de una escalera, resulta imposible
averiguar si suben o si bajan, ya porque no quieran desvelarlo, ya porque ni
ellos mismos lo saben. Esto último es falso de toda falsedad, y lo primero, como
soy gallego, diré que tal vez, y en según qué circunstancias, puede que sea
cierto (o no, vete a saber).
Por eso se entenderá el mérito de que, contraviniendo el tópico, afirme
con rotundidad que existe una comida para mí mejor que ninguna otra. Añadiré
que no solo por su sabor, también la suave textura de la materia prima ayuda.
Pero no tendré más en vilo al lector: estoy hablando del revuelto de
mollejas de ternera. Y ya formulada esta revelación, no os dejaré con la miel
en los labios y os explicaré cómo las cocina mi madre, según receta heredada de
la suya, y esta igualmente de su progenitora, y así ad infinítum, hasta
perderse en la noche de los tiempos.
Como manda la lógica, antes de nada hay que hacerse con las mollejas.
Puede parecer esta una verdad de Perogrullo, pero es que los restaurantes
suelen acapararlas para sí (las ofrecen guisadas en sus cartas, no en revuelto,
como las de mi madre, qué diferencia, Dios). Encargarlas en la carnicería con
tiempo será, por tanto, precaución nada desdeñable.
Ya que estén en nuestro poder, hemos de limpiarlas a conciencia y no ha
de olvidársenos desproveerlas de una telilla que se les pega y las recubre. Del
lavatorio irán a la cazuela, donde las aguardará, sumergido en agua tibia, un
trozo de cebolla en compañía de perejil. Unos tres cuartos de hora de cocción
las pondrán blanditas y es ya al final del proceso cuando se las salará.
Se enfrían en seco y se cortan luego en trocitos, desmenuzándolas bien.
Ese es el momento en que se les quita la grasa que puedan llevar adherida.
Entretanto, empezarán a oler la cebolla y el ajo que se estén friendo en una sartén: la
misma en que se rehogarán, a renglón seguido, las mollejas. Sobre ellas, se
echarán unos huevos convenientemente batidos. Cuajada la mezcla, se servirá sin
dar ocasión a que enfríe.
Mi
madre suele guarnicionarlas con patatas fritas, que nunca serán de las de sobre.
No olvidéis bajar del séptimo
cielo después de saborearlas...
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