CON LA IGLESIA TOPAMOS
Para aportaciones singulares a la
política de recortes gubernamental, ahí está la del señor Gallardón. No hay
constancia de que en su caso ande por medio intención ahorrativa alguna, por
más que algo sí podría economizar si sale adelante su proyecto. Afecta la
medida que quiere perpetrar a la libertad reproductiva de las mujeres. En
efecto, se propone modificar a la baja la ley que regula la interrupción
voluntaria del embarazo, eliminando o restringiendo posibilidades.
De salirse con la suya, lo menos que puede decirse es que va a
contribuir al desplazamiento de españoles más allá de nuestras fronteras. A los
jóvenes que buscan en el extranjero el trabajo que aquí se les niega, se
añadirá un número indeterminado de mujeres, condenadas, como antaño, a viajar
fuera, donde rige una normativa sobre el aborto similar a la vigente en España
hasta que él meta la tijera.
Jalea al ministro de Justicia un coro de autodenominados defensores de
la vida y lo bendicen los obispos. Las palabras las cargan de ideología, se les
hace decir lo que no dicen. Con tales tergiversaciones intentan conducir el
agua a la propia aceña, para que comulguemos todos con las ruedas de ese molino
suyo.
Torticeramente, identifican los vocablos embrión o feto y bebé, y así creen tener ganada la
partida de la opinión pública. Nadie, como es lógico, se mostraría conforme con
que se legalice matar a un niño. Sucede, sin embargo, que un embrión o un feto
todavía no lo son. Si lo fueran, todo aborto intencionado, sea cual sea la
circunstancia que condujese a él, habría de ser penalizado.
Esa es la contradicción en que se mueven quienes pretenden recortar la
casuística de la ley vigente. Porque si lo que habita en el vientre de la madre
fuera, como ellos defienden, una persona, ¿cómo admitir la licitud del aborto,
aunque solo fuese en determinados supuestos? Sería lo mismo que permitir un
crimen atendiendo a las motivaciones que tuviera. Claro que se trata de una
contradicción aparente. Porque lo que en el fondo les gustaría, y a lo que no
van a renunciar, es que abortar esté absolutamente prohibido.
Eso tienen los fundamentalismos, que no se conforman sus adeptos con ser
coherentes con sus principios (derecho que nadie les niega), sino que pretenden
que todos los sigamos, y si no es de grado, que sea por fuerza.
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