sábado, 4 de mayo de 2013


EL COSTE DE LA ROPA

   No han acabado de contar los muertos, y van ya por los 400, y, para cuando terminen de desescombrar, se baraja la cifra de 800, mujeres en su inmensa mayoría, que trabajaban en el sector de la confección, en Dacca, en Bagladesh.
   La misma localidad donde, en los cinco últimos años, han perecido, víctimas de incendio en sus fábricas textiles, 700 personas.
   Hasta ahora, yo no sabía ni que existiera una ciudad llamada así. Claro que está muy lejos, en el sur de Asia, a miles de kilómetros de España, de Europa, de América. No obstante, tal vez el jersey que me abriga del invierno, la camisa o el pantalón que visto hayan sido cortados y cosidos por una de esas muchachas muertas. O por alguna otra de entre los centenares de ellas que, si finalmente sobreviven, temerán la imagen que les devuelva el espejo, tullidas para siempre, amputadas, lleno de costurones el rostro.
   Tal vez haya sido inevitable que se derrumbase el edificio (al que se habían añadido tres plantas ilegalmente, sin que se lo clausurase), pero podía (debía) haber estado vacío, si se hubiese hecho caso a quienes alertaron de que crujía su estructura y se abrían grietas en las paredes, ya el día anterior a la catástrofe.
   Pero es que tampoco hay sindicatos para defensa de los operarios, ni las inspecciones debidas, ni unas condiciones mínimamente dignas de trabajo.
   Los 32 euros de salario percibidos al mes resuenan como otro clamor más que añadir a tanto desafuero.
  Grandes compañías occidentales abaratan costes, sin considerar que lo barato puede resultar, a la postre, caro. Llevan la producción, textil en este caso, o la encargan para vendérnosla después, a países donde los derechos laborales son inexistentes. A veces firman acuerdos de buenas prácticas con los empresarios locales, a los que poco cuesta burlarlos y convertirlos en papel mojado.
   Y termina pasando lo que pasa, que, como el pescado en el cuadro de Sorolla, la ropa es cara. Al menos para quienes consideramos que cualquier vida humana es única e irrepetible. Más valiosa que nada.

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