EL COSTE DE LA ROPA
No han acabado de contar los muertos, y van ya por los 400, y, para
cuando terminen de desescombrar, se baraja la cifra de 800, mujeres en su
inmensa mayoría, que trabajaban en el sector de la confección, en Dacca, en
Bagladesh.
La misma localidad donde, en los cinco últimos años, han perecido,
víctimas de incendio en sus fábricas textiles, 700 personas.
Hasta ahora, yo no sabía ni que existiera una ciudad llamada así. Claro
que está muy lejos, en el sur de Asia, a miles de kilómetros de España, de
Europa, de América. No obstante, tal vez el jersey que me abriga del invierno,
la camisa o el pantalón que visto hayan sido cortados y cosidos por una de esas
muchachas muertas. O por alguna otra de entre los centenares de ellas que, si
finalmente sobreviven, temerán la imagen que les devuelva el espejo, tullidas
para siempre, amputadas, lleno de costurones el rostro.
Tal vez haya sido inevitable que se derrumbase el edificio (al que se
habían añadido tres plantas ilegalmente, sin que se lo clausurase), pero podía (debía) haber estado
vacío, si se hubiese hecho caso a quienes alertaron de que crujía su estructura
y se abrían grietas en las paredes, ya el día anterior a la catástrofe.
Pero es que tampoco hay sindicatos para defensa de los operarios, ni las
inspecciones debidas, ni unas condiciones mínimamente dignas de trabajo.
Los 32 euros de salario percibidos al mes resuenan como otro clamor más que añadir
a tanto desafuero.
Grandes compañías occidentales abaratan costes, sin considerar que lo
barato puede resultar, a la postre, caro. Llevan la producción, textil en este
caso, o la encargan para vendérnosla después, a países donde los derechos
laborales son inexistentes. A veces firman acuerdos de
buenas prácticas con los empresarios locales, a los que poco cuesta burlarlos y
convertirlos en papel mojado.
Y termina pasando lo que pasa,
que, como el pescado en el cuadro de Sorolla, la ropa es cara. Al menos para
quienes consideramos que cualquier vida humana es única e irrepetible. Más
valiosa que nada.
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