LOS PÁJAROS DE AUSCHWITZ, de Arno
Surminski
Campean por las páginas de esta
novela dos personajes. Uno es polaco y está preso, Marek Rogalski; el otro,
Hans Grote, guardia nazi. El último se sirve del primero para que ilustre sus
investigaciones ornitológicas.
El contexto, en sí mismo paradójico, muestra cómo cohabita el paraíso
con el infierno. Viene dado por un espacio físico cerrado, de muerte y
destrucción, y por las aves, que vuelan obedeciendo a su libre albedrío.
Se utiliza a los prisioneros en trabajos forzosos; de cuando en cuando se les ejecuta en la
horca o se les fusila, son introducidos en cámaras de gas, incinerados: esa omnipresencia de la
ceniza humana todo lo colma. Por contra, las criaturas aladas utilizan las alambradas como posadero, van y vienen por
los humedales circundantes, migran en
viajes que son de ida y de vuelta, acompasados sus desplazamientos al ritmo de
las estaciones.
Este libro, que en mi opinión merece la pena leer, constituye una manera sorprendente de
acercarse al horror que supusieron los campos de concentración alemanes. Lo
último que se nos pasaría por la imaginación es que, justamente en esa
circunstancia, a uno de los carceleros se le ocurriese seguir a los pájaros,
observarlos e inventariarlos y llevarse en sus correrías consigo a Marek, que
se los ha de dibujar.
Y se abre una constatación inquietante: la barbarie no excluye la
espiritualidad más refinada. La afición por las aves, el gusto por el canto y
la música parecen fuera de lugar en el mundo hostil y terrible de Auschwitz y
de los soldados de las SS y sus mandos, que, indiferentes a la tragedia que
causan, sin embargo se conmueven hasta las lágrimas en un concierto. Eso es lo
verdaderamente absurdo, y no lo que en condiciones normales lo sería, como la
sordera ocasional de Marek, que, cuando tocan, ve los movimientos de quienes
interpretan, pero es incapaz de oír nada: ¿cómo sentir a Mozart en un campo de
concentración?
Aunque tal vez la pregunta podría formularse al revés. Resulta
incomprensible que un alma sensible -¡tantas!- pueda actuar de una forma tan
monstruosa.
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