BROTES VERDES
Al abrir el periódico ayer, me
encontré un brote verde en una página interior. Por esta vez, pensé mientras
celebraba el hallazgo con una sonrisa, la actualidad enmienda la plana a
Mariano José de Larra, quien en el siglo XIX dijera aquello de que “Escribir es
llorar”. Pese a que, para según qué cosas, parece que el tiempo no pasa, la
prensa nos regalaba la noticia de que 12 jóvenes se habían negado a estrechar
la mano al ministro de Educación y a dos de sus corifeos.
El feliz acontecimiento tuvo lugar en el solemne acto de entrega de los
premios nacionales de fin de carrera del curso 2009-2010 (ya sé que estamos en
2013, pero esa es otra). Algunos de esos homenajeados vestían camisetas verdes con
lemas alusivos a la defensa de la enseñanza pública.
Es cierto que 12 entre 126 galardonados pueden parecer pocos, pero
también es verdad que el auditorio “se caía con los aplausos”, y que muchos de
los asistentes lamentaron a posteriori no haberse sumado a la protesta.
Fue un acto de rebeldía frente a quienes hacen tabla rasa de su
esfuerzo, privan a la sociedad de aprovechar los conocimientos que han
adquirido y entorpecen el paso a los que, careciendo de medios, querrían seguir
su estela en la universidad.
También constituyó una muestra de
valor. No saludar exigía dar un paso al frente, distinguirse individualmente
ante los ojos de todos, y vencerse a uno mismo, a la resistencia a negar la
mano a quien te la tiende (aun cuando sepas que lo hace por mero protocolo y
que esa misma mano habrá firmado medidas en tu perjuicio o en el de otros como
tú).
En un solo gesto se dieron muchas lecciones. Por encima de todo, que ser
un excelente estudiante no implica vivir en una torre de marfil, situarse al
margen del mundo, desentenderse de cuanto no sean los libros o la mesa de
trabajo.
Ojalá su ejemplo cunda. Porque
es de suponer que ni el ministro de Educación ni el gobierno que lo sustenta
habrán aprendido nada. Pero otro gallo nos cantará a todos los perjudicados por
su política si, en la vida diaria, hacemos nuestra la insumisión de estos
jóvenes licenciados. Ocasiones, desde luego, no nos han de faltar.
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