EL ABUELO QUE SALTÓ POR LA VENTANA Y SE LARGÓ, de Jonas
Jonasson
Allan Karlson se evade, abriendo
una ventana y descolgándose por un emparrado, de la residencia de ancianos
donde vive, justo el día en que cumple 100 años. Me apresuro a aclarar que no
es el único, ni siquiera el más llamativo despropósito de esta novela (aunque
sí el primero, pues así comienza). Y no puedo evitar preguntarme por el motivo
de su éxito (15 ediciones en 2012, cerca de dos millones de ejemplares
vendidos).
Será por el humor, casi inglés, que muestra en ciertos comentarios el
autor, que por otra parte es sueco. O por la ligereza de su estilo. Quizás
porque gusta a muchos leer la realidad planteada de otra manera, como ni fue ni
es, imposible tal cual se nos ofrece, tanto en lo referido al pretérito como al
presente narrativo. Porque la acción se estructura en dos tiempos que se van
alternando, el ayer, que alude, en flash
back, a la biografía del anciano, y lo que le sucede desde el momento de su
huida del asilo.
Prima en uno y otro plano la desmesura, propia de un disparatado
discurrir.
En su antes, Allan Karlson
recorre el mundo, impulsado por sucesos cuyo control escapa a su voluntad, y
tiene la oportunidad de participar en acontecimientos cruciales de buena parte
del siglo XX y tomar contacto con quienes, desde puestos relevantes, los
protagonizaron. Entre sus conocimientos, figuran nada menos que Franco, Truman,
Stalin, Mao, De Gaulle...
Nadie espere, pese a tales apariciones, una ocasión para remozar sus
conocimientos de Historia. Se caricaturiza a los personajes, se distorsionan
situaciones, en un devenir, más que inverosímil, totalmente disparatado. El
propósito parece ser que el lector se desternille de risa. Porque, aunque se
perciban toques críticos, la superficialidad de la pintura de toda una época
termina por ahogarlos en la banalidad.
En cuanto a la otra línea
argumental, la del después de este
centenario tras su fuga, se configura en torno a peripecias no menos
abracadabrantes. También aquí la comicidad se sustenta en un sucederse de
hechos descabellados, si bien las gentes con que se topa se dirían corrientes,
de no ser por características peculiares que los alejan definitivamente del
común.
Realza el interés de esta parte
de la trama que se torne policíaca. Las fuerzas de la ley y la prensa les pisan
los talones, al anciano y a la original cuadrilla que se le une y con la que va
dando motivos más que sobrados –y siempre delirantes- no ya para que lo
busquen, sino para que lo persigan. Esta segunda vertiente del argumento ha
sido para mí mejor que la primera, que creo perfectamente prescindible. Aunque el
autor vulnerase, al ahorrársela a los lectores, uno de esos principios que
parecen sagrados en los best seller,
su extensión. Y por más que hubiera de cambiar el final de la novela, donde el
futuro de Allan Karlson se aparece como beneficiario de su pasado.
Coincido con esta crítica. El personaje, por viejo, es divertido, pero en la novela sobran páginas y falta calidad literaria.
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